Trinoceronte

Porque 140 caracteres a veces no son suficientes

Mas Ejecutivos y menos Arrogantes

Siguiendo la lógica de la mayoría de los científicos, primero pobres antes que ponerse un traje de corbata para una reunión de alto nivel o que endulzarle el oído de un funcionario que podría favorecer un desarrollo científico de importancia.  A veces, también la ciencia, exige sacrificios sociales de parte de los científicos que nuestro incipiente autismo impide que hagamos con más frecuencia.

«La ciencia criolla necesita más ejecutivos y menos autistas arrogantes» 
Enero 14 de 2014
http://bit.ly/trino-ejecutivos-autistas

La semana pasada escribí una entrada de blog que tuvo un eco interesante entre científicos y no científicos en las redes sociales (vea la entrada original en este enlace). Al principio pense que sería una opinión demasiado personal, como lo son la mayoría de las cosas que escribo en Twitter y por extensión en este blog. Pronto descubrí que el sentimiento expresado allí, que en síntesis era que nos «reveláramos» de alguna manera contra esa forma descarada de los medios y el gobierno de hablar de los grandes científicos que ha dado el país, cuando en realidad la ciencia Colombiana esta medio abandonada, tenía más adeptos de lo esperado.

Es hora, sin embargo, de hacerle un poco de contrapeso a aquella entrada. No podemos hacernos los locos ni reconocer también los errores que como «científicos criollos» cometemos frente a los retos de naturaleza administrativa o política que nos impone nuestro «ecosistema» nacional.  No es que quiera borrar con un codo, lo que escribí con una mano (que en tiempos de internet debería ser algo así como borrar con el mouse lo que hiciste con el teclado) La razón para esta reflexión crítica, ahora un poco en contra de los Científicos, es que me encuentro por estos días justamente en una situación en la que he descubierto entre algunos de mis colegas lo que describiría como un insoportable «autismo administrativo».

Antes de continuar quiero aclarar que es posible que algunos consideren inapropiado usar, para una analogía, un problema tan delicado como el autismo que afecta a millones de personas (especialmente niños) en todo el mundo. Ni más faltaba que yo quisiera presentar este problema de salud pública como algo sobre lo que se puede hablar informalmente. Para nadie sin embargo es un secreto que el autismo lleva a algunos seres humanos a hacer cosas que para la mayoría tendrían una dificultad extrema. Sabemos de casos en la historia de la ciencia de grandes hombres que pudieron haber sufrido las dolorosas consecuencias del autismo, pero que también nos legaron valiosos secretos sobre la naturaleza que personas (supuestamente) normales no podrían. No sé si existe una estadística pero me atrevería a asegurar que más del 1% de los científicos del mundo sufren de un verdadero «autismo incipiente». No sé si esa condición sea la culpable del mal que nos aqueja a los científicos criollos y que quiero exponerles aquí, pero estoy seguro que los rasgos de la personalidad propios del científico y que a veces asociamos con el autismo, pueden ser parte de la causa de este problema.

Entonces ¿a qué me refiero aquí con esa condición de «autismo administrativo» propia de nuestros científicos? (y hasta aquí llega mi analogía) Me refiero a la actitud que tenemos muchos en la ciencia nacional de desdeñar las reglas «especiales» que rigen el mundo de la gestión y la administración, reglas de las que depende, en gran medida que exista el sistema en el que nos dedicamos exactamente a lo que más nos gusta. Ese desdén por lo administrativo, por las relaciones públicas y por la política, no viene propiamente de nuestra ignorancia sobre estos asuntos sino, y aquí hablo por mí mismo y por algunos colegas que conozco bien, de nuestra propia arrogancia.

Para nadie es un secreto que la gran mayoría de quienes hacemos ciencia (no solo en Colombia sino en todo el mundo) nos caracterizamos por nuestro desaliño. No solo es claro que no nos vestimos del todo bien (aunque habría que dejar por fuera seguramente a todas las damas  que cada vez en mayor proporción hacen ciencia en Colombia y en el mundo) sino que además somos bastante informales en el trato con personas que no conocemos. Las relaciones personales con compañeros de trabajo que no son científicos tampoco son siempre las mejores (ni siquiera con los colegas, hay que admitirlo). Aunque no somos malas personas hay ciertos detalles en esas relaciones que olvidamos por lo que parece un excesivo pragmatismo propio de nuestra relación con la ciencia. Con el temor tal vez de ir muy lejos diría inclusive que muchos llegamos al extremo de descuidar el aseo personal por nuestras infinitas ocupaciones como científicos (o por nuestro desinterés rampante por lo que nuestra persona pueda reflejar).  Lo del científico loco, despeinado y descuidado, no solo es un lugar común, sino que en universidades y centros de investigación se encuentra hasta en el más común de los lugares.

Insisto en que no quiero generalizar. Conozco colegas muy bien puestos, hombres y mujeres impecables no solo físicamente sino también en su relación con colegas científicos y no científicos. Pero no nos digamos mentiras: la mayoría somos descuidados.

Pero no es del caso centrarnos solo en esto. Profesionales de otros gremios sufren del mismo tipo de «desaliño natural».

El verdadero problema esta en que seamos siempre así. Ni siquiera en los momentos en los que deberíamos guardar reglas estrictas de presentación personal y comportamiento e incluso pensar estratégicamente en la forma como nos relacionamos con personas claves, seguimos siendo los mismos de siempre: mal vestidos, revisores despiadados que no tenemos problema en señalar abiertamente los defectos de una decisión o un razonamiento, críticos sociales y políticos sin anestesia, en fin, y para la perspectiva de la mayoría en el mundo de la gestión pública, verdaderos pelmazos.

No es que todos los científicos debamos comportarnos divinamente en todas las situaciones. Pero es que tampoco nos han formado para comportarnos adecuadamente cuando toca, y en especial en aquellos momentos en los que de un comportamiento social apropiado podría depender, por ejemplo, la obtención de apoyo político o económico para iniciativas de gran impacto en nuestras áreas específicas.

Les voy a dar un par de ejemplos de la vida real para soportar mejor el punto que quiero desarrollar aquí.

Ejemplo Número 1. Estamos en una reunión de alto nivel en el gobierno nacional.  La reunión no es política sino que versa sobre el desarrollo de un área científica y tecnológica de importancia nacional. A la reunión asisten directivos de distintos organos del estado, entre ellos, aquellos que definen la financiación de la ciencia y la tecnología. Hay unos 20 asistentes y el peor vestido es justamente el único científico presente. Pero la ropa es lo de menos. En la reunión muchos, que saben como comportarse en estas situaciones, hablan sin reparos de sus propias iniciativas e instituciones; se hacen notar y son reconocidos por los personajes que ostentan el poder en la reunión. Pero el único que esta en silencio es el científico. ¿Qué pasa por su cabeza? «hasta que no tenga algo realmente importante y correcto para decir ¿para qué hablar?» Lo ha aprendido en sus lecciones de objetividad científica. Olvida, sin embargo que es justo en esos momentos en los que debe hacerse notar, así sea para decir algo con una importancia secundaria. Si los directivos que hay allí lo reconocen y lo recuerdan será más fácil obtener una reunión privada con ellos en las que pueda hablarles personalmente de problemas mucho más trascendentales. Pero la reunión culmina y nadie recuerda al científico.

Ejemplo Número 2. Estamos ahora en una reunión de alto nivel con un gobernante, que tiene a su disposición, valga la pena aclarar, recursos que podría usar con un poco de voluntad política para el desarrollo científico de la región que esta bajo su administración. Asisten a la reunión un par de científicos, vestidos, otra vez, como lo harían cualquier día en la Universidad. La reunión es registrada por el fotografo oficial de la oficina y aparecerá unos días después en los diarios oficiales. El gobernante vestido impecable y los científicos informales que lo acompañan. Pero de nuevo, la apariencia es lo de menos en este caso (aunque podría ser lo de más inconscientemente para el gobernante) A los científicos les han concedido 5 minutos para presentar sus ideas. Ellos, que están acostumbrados a presentaciones de mínimo 10 minutos en las conferencias más agresiva, en su lugar, preparan una presentación de 10 diapositivas llenas de tecnicismos definitivamente muy importantes para su proyecto. No hay ninguna diapositiva que tenga solo por objeto «enamorar» o atraer la atención del gobernante (cuyo nombre creo que a esta altura tampoco recuerdan).  En la tercera diapositiva (justo a los 5 minutos de haber comenzado) el gobernante suspende subitamente la presentación para hacer un comentario sobre la verdadera realidad política de nuestro país y las dificultades para realizar proyectos como el planteado por los científicos. Pero ¿cuál es la respuesta más inteligente de los científicos ante la acotación del gobernante? Una negativa rotunda; una oposición radical (aunque posiblemente respetuosa) a la observación del gobernante, oposición que desconoce evidentemente su experiencia e intuición. Para los científicos si los números dicen que es posible entonces es posible.

Ejemplo Número 3. Vivimos en un país en el que el gasto público solo se puede programar en «cuantos temporales» de entre 2 y 4 años. En este ejemplo el dinero para un importante proyecto científico parece estar disponible. El ambiente político nunca había sido tan favorable para un proyecto científico de esta envergadura. La tarea que tienen ahora los científicos es la de formular un proyecto que se acoja a los formatos y lineamientos del gobierno. Pero el plazo es muy corto para los científicos implicados, que se encuentran, por esos mismos días, escribiendo algunos papers importantes o calificando «quices». Pasan los meses y el científico, dedicado a su elevada función, no cruza ni una sola llamada ni siquiera con un funcionario de bajo rango de la oficina que tiene listos los recursos para quién sepa presentar una buena propuesta. Sus ideas son tan importantes que es seguro que el día en el que se vuelva a presentar ante el gobierno todos recordaran la importancia de su ciencia y tendrán la misma disposición del principio.  Meses después cuando por fin sus ocupaciones se lo permiten el científico descubre en una llamada que hace a nombre del Profesor X de la distinguida Universidad Y que el gobierno que estuvo a punto de financiar sus sueños esta a punto de finalizar su período y no puede gastar un peso más.

Si creen en la verosimilitud de estas 3 historias entenderán lo que digo cuando me refiero a que algo nos esta faltando a los científicos criollos (que imagino le falta también a muchos otros científicos del mundo) y que nos impide ser más efectivos o «ejecutivos» en nuestras incursiones en el mundo administrativo y político (que cada vez son más frecuentes)  En otros lugares del mundo, una maquinaria administrativa y política aficiente compensa la falta de habilidades prácticas de los científicos.  Pero en nuestro medio, que apenas hace unas décadas puso a la ciencia en un renglón del gasto público, no existe todavía una interface verdaderamente efectiva y nos toca a los científicos hacer la tarea. El problema es que no estamos preparados para hacerla. No deberíamos descartar que esta fuera, entre otros 3 o 4 factores, una de las razones por las que nuestra Ciencia este medio abandonada.

No quiero tampoco con esto disculpar el descuido público o excusar a tantos gobernantes y políticos que han desdeñado la ciencia y la han considerado como lo último en lo que invertirían sus valiosos presupuestos públicos (que en nuestro país parecen más bien billeteras electorales) Tampoco quiero desestimar el número de oportunidades en las que científicos con habilidades ejecutivas han sido engañados por esos mismos gobernantes y políticos, aún después de utilizar sus mejores atributos como oradores o su entendimiento del funcionamiento de la política y la administración.

Pero no nos digamos mentiras: a los científicos criollos nos hace falta unas cuantas lecciones de… bueno de casi todo.

¿Qué podríamos hacer? Una primera medida que considero fácil de implementar es la de incluir en la formación de nuestros estudiantes de pregrado en ciencias un curso de «etiqueta” y “buenos modales”. Bueno, cuando paren de reír les explico. Sé que estudiantes de administración y otras carreras en las que el trato interpersonal, especialmente con extraños, es muy importante, reciben un curso de este tipo. Allí les enseñan desde como comportarse en la mesa hasta como vestir adecuadamente para eventos de distinta naturaleza.  Pero ¿les vamos a quitar a nuestros estudiantes 1 o 2 créditos de matemáticas o química para que sean buenos comensales? ¡por favor! Pero piénsenlo mejor y tal vez esta sea una manera de asegurarnos que algunos dejen una impresión positiva y permanente en interlocutores que si conocen esas reglas.  Tal vez es mejor que no sepan esto o aquello en ciencia (igual lo aprenderán si lo necesitan), pero todos tendrán alguna vez que pedir recursos para investigación

Los tiempos de la ciencia son a veces arbitrarios. Si nos tomo casi 5,000 años saber que el mundo estaba hecho de átomos ¿a quién le preocupan 2 o 3 años en un proyecto de investigación? Si bien cuando los recursos están asegurados este razonamiento puede ser claro como el agua, cuando de conseguir una inversión económica en proyectos ceintíficos de grandes dimensiones se trata, el tiempo es clave. Por una vez en la vida deberíamos hacer las cosas en menos tiempo del que creemos justo.  Olvídese de los 90 días que nos dan en las revista para responder al referee. En la administración pública o privada 90 días son una eternidad a la hora de asegurarse que un proyecto quede incluso de último en una reducida lista de inversión.

Hay que comprarse un buen traje, aprender a usarlo y efectivamente usarlo y no solo para recibir premios por nuestra indudable genialidad científica. No debemos desestimar el valor que una buena impresión personal tiene en una reunión con personas que usan reglas diferentes para relacionarse y tomar decisiones. Una corbata o un vestido pueden en un momento dado ser la diferencia entre obtener apoyo o simplemente un golpecito en la espalda y unas manifestaciones de admiración. Tampoco se trata de disfrazarse, ponerse ropa que nunca se usa para ser quién no se es frente a personas que no son importantes para usted pero que tienen el dinero que necesita.  Recuerde que nadie es tan estúpido como para no darse cuenta que esta siendo utilizado. El traje debe ser el recipiente de un gran carisma y de una sinceridad no muy burda. Una parte más de su esfuerzo por cumplir algunas normas sociales básicas para aproximarse a personas que se rigen por reglas diferentes.

Usted es el científico. Él es el gobernante, el directivo o el ejecutivo. No subestime su experiencia. No siempre un «no» o un «esto no es prioritario» significa que «no entendí nada porque soy un iletrado científico y me falta visión». Adáptese, ceda, trate de negociar. Es claro que en ocasiones demostrar un poco de sumisión frente a quién en un momento dado tiene el poder, es la mejor herramienta para desarmar a quién podrá dejarlo fuera del juego (conozco científicos que si incluso el referee de una revista les solicitas una “revision mayor” de un paper prefieren retirarlo en lugar de ceder un poco)

No sé si a este punto los habré convencido de algo, pero en lo que a mí respecta y a partir de ahora, intentaré ser, en los momentos en los que toque ser, mas un «ejecutivo arrojado» en lugar de un «autista arrogante».

Les contaré si llego a conseguir algo importante.

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6 pensamientos en “Mas Ejecutivos y menos Arrogantes

  1. Gabriel Bedoya en dijo:

    Ese precisamente es el pensamiento de Colciencias actualmente, si será relevante e importante para hacer ciencia sobre todo de carácter universal????

    • Hola Gabriel,

      Gracias por tu opinión.

      Muy acertada tu observación y reflexión. Es claro que esta manera de proceder obedece a la ausencia de una verdadera «interface administrativa eficiente» entre los científicos y quienes manejan las decisiones políticas y el poder.

      Si Colciencias estuviera manejada por ejecutivos científicos y tuviera un presupuesto multimillonario a los demás científicos no nos tocaría salir con ponchera a pedirle a distintos gobernantes que nos ayudaran.

      Mientras no sea así ¡toca ponerse la corbata!

  2. Jussed Acosta en dijo:

    Yo la veo de la siguiente manera: toca cuando toca, pero pasa porque toca. Relativo mi querido watson, pero toca. El establecimiento de las realidades sociales depende en si mismo de la cultura que establece el poder. Y no anarquista ni mucho menos ni pretendo ser irreverente pero estoy en defensa de quienes se fuerzan por mostrar otro tinte de la realidad por lo establecido para evitar el mal chiste del jefe.

  3. Paulina en dijo:

    Entonces yo que soy mujer debería ponerme los tacones??? (The horror!)

    Como lo describes, sí es importante aprender a relacionarse con ejecutivos y gobernantes en dichas situaciones. Sin embargo, creo que muchas veces en esas relaciones priman las apariencias, el subjetivismo; que gana el más extrovertido o el que mejor le caiga a las personas, no la mejor propuesta. Y bueno, yo que estudio física y definitivamente quiero hacer investigación, no me agrada eso.

    Gracias por la reflexión. Supongo que además de física también debo aprender de relaciones interpersonales, aunque siempre me haya costado bastante.

    • Gracias Paulina por comentar.

      Lo que yo creo s que lo que nosotros llamamos apariencias son justamente las reglas que no nos gustan de un mundo diferente.

      Te aseguro que la cosa es mejor de lo que pensamos dentro de la academia.

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