¿Estrella de Belén?
Después de ~400 años discutiendo en círculos académicos el caso de la denominada «estrella de Belén» ¿no les parece que es justo que le demos feliz sepultura a este mito, o al menos que intentemos dejar de explicarlo científicamente?. Por muy grandes que han sido los esfuerzos (baldíos en mi parecer) de astrónomos de todos los tiempos (desde l renacimiento hasta hoy) empezando con Johannes Kepler, quien fue posiblemente el que hizo de este asunto algo de interés para astrónomos verdaderos, no ha sido posible dar sentido a las ambiguas historias contadas en los evangelios, por quienes, valga la pena decir, no fueron grandes cronistas de sus tiempos y dijeron más mentiras sobre el mundo natural de las que cualquiera esta dispuesto a aceptar (personas creando pan sin trigo, ni hornos; gente que camina sobre el agua; muertos que vuelven de su sueño mortal después de un «abracadabra», etc.) He aquí algunos argumentos para que declaremos cerrado el caso de la Estrella de Belén y nos dediquemos a buscar historias razonables en los registros de pueblos con verdaderas tradiciones «astronómicos» o mejores dibujantes que los pastores del medio oriente.
«Que un astrónomo discuta seriamente el cuento d’la estrella d’Belén, es como si un obstetra hablará seriamente sobre el caso del embarazo milagroso de la virgen María»
Diciembre 25 de 2014
http://bit.ly/trino-estrella-belen
He asistido a mas conferencias de Astrónomos (profesionales y aficionados) sobre la denominada «Estrella de Belén» de las que estaría dispuesto a admitir. He leído y escuchado sobre este supuesto fenómeno natural en libros, revistas y por supuesto programas de televisión, más de lo que hubiera querido saber o de lo que si debería saber sobre historias verdaderas de Supernovas observadas y registradas por Chinos y aborígenes americanos y australianos.
Todo ha sido en vano y lo diré sin anestesia: el relato sobre la estrella de Belén no es sino otro mito fabricado para endulzar las historias (seguramente también falsas) sobre el nacimiento de Jesús (un personaje sobre cuya existencia todavía también se espera verificación). Un mito creado por lo que fácilmente podríamos considerar unos mitómanos crónicos (o unos fantásticos escritores de ficción, da igual), varias décadas después de la muerte del personaje en cuestión.
Aunque yo sé que para la mayoría, lo anterior es obvio, lo que no resulta tan obvio para mí, es por qué la Astronomía se ha esforzado por tantos años por explicar un mito como este. Acepto que en los tiempos de Kepler, cuándo hasta los hombres más grandes de la ilustración eran devotos miembros de algún rebaño religioso, se hicieran algunos esfuerzos para usar una antigua ciencia de modo que explicará lo que decían los libros sagrados que esos hombres leían a diario. Pero ese no es el caso ahora. Hoy, cuando la gente razonable sabe que el valor científico de la Biblia, la Tora o el Corán es casi tan alto como el valor literario de un libro técnico sobre teoría de cuerdas, no tiene mucho sentido seguir esforzándonos por explicar una historia contada por un pueblo supersticioso y desprovisto de cualquier tradición astronómica.
La situación es casi tan ridícula como si Obstetras profesionales se esforzaran por explicar desde la medicina moderna, como una mujer concibe un ser humano sin la intervención de un hombre o una «probeta». O tal vez como si un grupo de Hematólogos se reuniera para investigar las razones por las que la sangre de un santo se licúa nuevamente en la temporada turística de las iglesias en Francia o Italia.
No quiero decir que estas cosas no tengan un valor sentimental, espiritual y hasta cultural para los pueblos del mundo. Respeto (aunque no lo crean) esas ideas por lo que valen para la cultura o la historia. Pero de ahí a pretender usar la ciencia para explicar estos relatos míticos ¡hay mucho trecho!
Sin pretender caer en el juego en el que los Astrónomos han caído durante todos estos siglos, he aquí algunas ideas aisladas, de por qué la Estrella de Belén debería ser considerada tal vez mejor el primer UFO (OVNI) de la historia y no como un verdadero fenómeno astronómico.
La primera y más importante razón para jubilar el mito de la Estrella de Belén, ya la he mencionado: las fuentes son altamente poco fiables.
La estrella de Belén aparece descrita en el Evangelio de Mateo, posiblemente el más «loquito» de todos los evangelistas; aquel con el mayor número de referencias a milagros que desafían principios científicos básicos (incluso conocido por filósofos griegos 400 años antes de su tiempo). Sus relatos son bonitos (también lo son los libros de Harry Potter) pero no pueden ser usados como referencias históricas o científicas. No se trata pues de un cronista romano o griego o de algún juicioso astrónomo Sumerio, Chino o Indio. Ni siquiera estamos hablando de algún artista de la edad de piedra en los desiertos de Norte América, que al parecer, valga la pena decir, tenían un conocimiento más cercano del cielo que el pueblo que dio estos fantásticos autores de ciencia ficción escogidos para la compilación que hoy llamamos la Biblia.
Con estos antecedentes ¿para qué darle credibilidad a la historia?.
Estamos hablando de un pueblo que creía que la Tierra era plana (aunque las libros disponibles en las bibliotecas del norte de Egipto demostraban que no lo era – ciertamente los evangelistas no tenían un carné de la Biblioteca de Alejandría). Para este pueblo una «estrella» podía ser vista en Bagdad (casi 1 huso horarios más adelante) a la misma altura que sobre Nazareth. Obviamente para ellos la estrella tampoco se movería de su lugar a pesar de que tomará semanas o meses desplazarse en camello desde un reino lejano.
Pero, bueno, muchas otras historias de la antigüedad suenan ridículas, pero reflejan eventos históricos que ocurrieron en realidad. No es mi punto develar aquí las imprecisiones científicas del relato bíblico. No hace falta, son tan obvias que se caen por su propio peso (¿o no?).
Primero se dijo que podría ser una conjunción de los planetas Júpiter y Venus. ¡Maravilloso! Pero por cerca que puedan estar dos planetas en el cielo, cualquier astrónomo de la antigüedad reconocería los dos planetas como puntos separados, por más juntos que estuvieran y no como una sola «estrella». Es cierto que hubo un par de conjunciones planetarias impresionantes alrededor del tiempo de nacimiento del personaje (mitológico) en cuestión, pero las hay en realidad con mucha frecuencia en casi todos los tiempos de la historia.
Podría haberse tratado de una Supernova o tal vez un cometa. Sin embargo, se trataría de la Supernova o el cometa más raro de la historia: un fenómeno que solo fue visto en medio oriente. Ninguno de los pueblos que si estaban observando y registrando el cielo con cuidado, y no solo para ver «luceritos de pesebre», tiene registros de un evento de este tipo en los años en los que supuestamente se produjo.
Verdaderos arqueoastrónomos han logrado rastrear registros históricos de eventos astronómicos sobresalientes (cometas, supernovas, eclipses, conjunciones y ocultaciones) en culturas de la antigüedad, hasta 4,000 años atrás en el tiempo. De modo que no se trata de una falta de datos o de información independiente sobre el cielo durante aquellos tiempos. La Estrella de Belén, sin embargo, ha resistido los análisis más juiciosos (y baldíos) de verdaderos especialistas.
Mi llamado es entonces para todos los colegas de la comunidad astronómica, sean estos profesionales o aficionados, para que dejemos de propagar la idea de que la Astronomía tiene algo que decir sobre este mito bíblico. Dejemos a la Estrella de Belén en el pesebre, a donde pertenece naturalmente. No usemos nuestra ciencia para explicar un mito tan risible como este así como los médicos Forenses no intentan explicar las historias de hombres que resucitan después de 3 días de estar muertos.
¡Felices fiestas!
Actualizaciones:
He aquí algunos comentarios interesantes que he recibido sobre esta entrada y que podrían complementar y corregir algunos puntos de vista sobre el asunto:
- Daniel Krauze, un buen amigo de Medellín y que conoce mucho mejor que yo la cultura Judía me escribe precisando:
«Me parece muy bueno el punto al que intentas llegar, muy de acuerdo en que hay que desmitificar muchas «creencias» poco salidas de la lógica y la racionalidad sin que esto signifique el menosprecio a las culturas que las apropian. Pero si quisiera dar una precisión al respecto de un par de datos imprecisos que has dado. El primero tiene que ver que para el pueblo del supuesto autor del evangelio de Mateo (Que evidentemente no es el judío y no tiene nada que ver con la cultura judía ni mucho menos la identidad judía e ningún aspecto y no me refiero sólo a lo teológico) la Tierra no era plana, de hecho era considerada cómo una pelota (En hebreo: kadur) y esto queda plasmado en diferentes escritos de por lo menos 400 años antes del supuesto nacimiento del primer Yeshu (de los 4 que en realidad existieron) y que se confirman en otra serie de libros del judaísmo (Que poco hablan de religión) tales como el Talmud en épocas posteriores. En segundo lugar la astronomía era una de las principales ciencias que el pueblo judío se dedicaba, lo cual tiene una explicación muy simple, el calendario hebreo es lunisolar que siempre necesitaba la constante observación de los fenómenos astronómicos, pero la diferencia radica en que el pueblo judío no ha traducido el Talmud (escrito en hebreo y arameo) sino hasta hace un par de siglos atrás. En este libro el Talmud (Que en realidad es la recopilación de muchos libros, tratados, etc y que básicamente habla sobre todos los temas de la legislación judía y trata cada tema de forma sistemática) da cualquier cantidad de datos astronómicos* que si bien no eran de exclusivo conocimiento del pueblo judío, eran manejados desde hace mucho por el pueblo, lo cual tiene incluso una explicación histórica plausible que nada tienen que ver que con los relatos alegóricos de la Torah, pero que si hacemos el ejercicio correcto de reconocer la historia y de intentar entender el mito, relato o cómo lo queramos llamar y el momento histórico cuando fue escrito podríamos reconocer en ellos el sentido real (no hablo de nada espiritual) de lo que quisieron los ancestros del pueblo judío (hacerlo con cualquier pueblo antiguo) transmitir. Esto da cuerda para rato.»