Trinoceronte

Porque 140 caracteres a veces no son suficientes

Elogio de la facilidad

Decirle a un joven que se dedique a hacer lo que le quede fácil en la vida no parece ser un consejo de una persona sabia, ni siquiera de una medianamente madura. La «dificultad» como medio para conseguir cosas importantes es un «meme» muy apreciado y divulgado por los «mayores.»  Sin embargo, una reflexión sobre el tema, incluso una superficial, muestra que la realidad de la vida, especialmente la de gente que muchos estaríamos de acuerdo en llamar «exitosa», esta lejos del ideal de la «dificultad» y del «trabajo duro» que vendemos a diestra y siniestra.  En esta entrada les ofrezco algunas ideas de por qué deberíamos darle feliz sepultura al meme de la dificultad y empezar a promover y celebrar la facilidad como medio para alcanzar una vida, sino exitosa, un poco más satisfactoria.

«Me preguntan mucho que aconsejaría a un joven que busca carrera. Mi consejo siempre es el mismo: hagan solo lo que sea para ustedes realmente «fácil.» Solo dedicando una vida a lo «fácil» (que depende de cada uno) se pueden hacer cosas geniales y, dependiendo del azar, ser exitosos»
Octubre 26 de 2019
bit.ly/trino-facilidad

¿Estamos todos condenados a llevar una vida como la de Sísifo, haciendo siempre tareas muy difíciles (arrastrando una roca) para que al final no produzcan ni en nosotros ni en los demás ninguna impresión duradera (la roca regresa al punto de partida)? ¡No lo creo!

Antes de que me acuse de intentar «pervertir» la mente de los jóvenes, que «ya de por sí son muy perezosos» (y que siempre lo han sido desde la perspectiva de los mayores), deme una pequeña oportunidad para explicar mejor a que me refiero aquí por «facilidad.»

Para ello le pido que piense un momento en una persona notable de la historia; alguna pensadora, artista o deportista a la que admire o recuerde (uso el género femenino por referirme a una persona.)  Ahora imagínesela haciendo aquello por lo que alcanzó fama imperecedera (escribir sesudos libros de filosofía, hacer experimentos, volar aviones, extraer figuras humanas del mármol,  hacer reír, cualquier cosa.)

¿Cree usted, de verdad, que esa persona consideraba realmente «difícil» hacer lo que hacía? o al contrario ¿tal vez adivina que tenía algunas aptitudes especiales que la llevaban a hacer con soltura, en su disciplina intelectual o física, eso que la hizo tan famosa?

No podemos dar una respuesta seria a las preguntas anteriores, si no definimos primero lo que es «difícil».  Y no se trata de ahondar en eruditas etimologías o académicas definiciones psicológicas.  Simplemente podemos ser claros y directos:

Una cosa es difícil cuando toma mucho tiempo y energía en completarse, cuando se hace inicialmente mal y normalmente necesita varias (o muchas) repeticiones o intentos hasta conseguir un resultado aceptable.

Tomemos un caso sencillo: pintar un retrato (un rostro) con lápiz en una hoja de papel en blanco.  Difícil ¿no?

¿Cree usted que la persona que pinto este retrato encontró difícil hacerlo?

Cualquier persona con una motricidad fina normal y un manejo elemental de los materiales (lápiz y papel) puede completar la tarea y hacerlo bien.  Pero no nos digamos mentiras: el tiempo y el número de borrones necesario para alcanzar un dibujo medianamente aceptable variará mucho de una persona a otra.

Para mí (y para la mayoría de la humanidad) pintar un rostro es muy difícil.  En contraste, para alguien con aptitudes «naturales» para el dibujo (es decir, que no son producto del entrenamiento) o una facilidad también «natural» para aprender artes plásticas, el tiempo será menor y tal vez ni siquiera necesite repeticiones.  Decimos, que las personas así encuentran «fácil» dibujar rostros.

Es un mito, repetido hasta la saciedad (muchas veces por quienes tienen las aptitudes correctas) decir que para hacer fácil una tarea difícil, simplemente se necesita mucha práctica.

Reza el saber popular, que después de muchos intentos y años de repetición,  casi cualquier tarea se vuelve fácil.

Nada es menos cierto y cualquiera de nosotros puede atestiguarlo con su propia experiencia.

No quiero oponerme a la teoría psicológica que dice que después de alrededor de 10 años una persona puede volverse experto en cualquier cosa.  Imagino que existe evidencia empírica para una hipótesis tan prometedora (que como todas las hipótesis psicológicas solo tiene una validez estadística) pero lo que soy yo, personalmente, no le recomendaría a ningún joven jugar a la ruleta de los 10 años para hacerse experto en algún sueño.

Dejemos las falacias y miremos nuestras propias vidas para encontrar algunas evidencias de lo que afirmo: la mayoría de nosotros (especialmente si nos consideramos exitosos o satisfechos con lo que hacemos) terminamos dedicándonos en la vida a lo que nos era fácil hacer.

En mi caso, por ejemplo, recuerdo con claridad el día en el que viajando en bus de una biblioteca pública a mi casa en Bello (Antioquia, Colombia), y mientras leía (contra el consejo de todos los adultos) en mi asiento en el desvencijado vehículo, comprendí que entender casi cualquier concepto de física con el que había tenido contacto hasta ese momento era fácil para mí.

Me bastaba una sola leída para considerar que lo que decían los libros de texto o la abundante literatura de divulgación que leía del tema, era natural y si no, bastante fácil de recordar.

A mis compañeros, al contrario, les tomaba un poco más de tiempo y varias lecturas (acompañadas por explicaciones y analogías) entender los mismos temas y conceptos.

Nunca me sentí un genio (¡tenía compañeros mucho mas inteligentes!) Solo sabía que aquella tarea específica era más fácil para mí que para ellos.

Otros jóvenes que conocía, tan solo cinco minutos después de tocar por primera vez un balón de voleibol o de que les recitaran las normas básicas del deporte, se habían convertido en avezados jugadores: sacaban el balón con precisión y lo devolvían con soltura al adversario.

A mí me tomo semanas siquiera lograr que el balón, después de golpearlo con la muñeca (una acción extremadamente dolorosa y poco placentera para mi) pasará sin inconvenientes por encima de la malla.

Aún así, notaba como algunos compañeros disfrutaban hablando de física conmigo; y yo, por mi parte, encontraba más emocionante el «volei» que el «basquet.» Pero era obvio que ni ellos debían dedicarse a la física, ni yo a los deportes, y todos lo sabíamos.

Al final, algunos nos dedicamos a lo que nos quedaba fácil hacer.  Yo entré a estudiar física y algunos de mis compañeros se convirtieron en deportistas o maestros en el tema. Creo que la mayoría de los que elegimos a que dedicarnos, con ese criterio elemental de hacer lo que nos era fácil hacer, tenemos hoy una vida satisfactoria o somos exitosos.

¿De dónde viene entonces nuestra idea de que hacer cosas difíciles es el ideal de la vida, el camino seguro hacia una existencia plena y exitosa?

Esta es mi conjetura: una vez las personas descubrimos lo que nos es fácil hacer, queremos hacer muchas cosas, especialmente cosas cada vez más grandes o complejas, que ponen a prueba nuestra habilidad natural.

Los físicos, para los que es fácil entender todo lo que otros colegas descubrieron, quieren resolver los problemas abiertos y que otros aún más inteligentes que aquellos, no pudieron resolver en el pasado.  ¡Una tarea muy difícil!

El deportista (aquel para el cual mover el cuerpo siguiendo las reglas de cualquier deporte es muy fácil) termina enrolado en un equipo profesional, enfrentando a otros tal vez más hábiles o con mejor técnica para vencerlos y ganar una medalla ¡Una tarea muy difícil!

En todos esos casos el éxito se produce al superar tareas que encuentran difíciles o complejas personas para las que es muy fácil hacer la misma actividad.

Un cantante (alguien para el que es fácil comprender una armonía, seguir el ritmo o cantar afinado) se siente exitoso porque sus canciones son más reproducidas en YouTube o Spotify que otro cantante; no porque pueda componer o cantar mejor que su tío aficionado.

He de reconocer, sin embargo, que la vida es mucho mas compleja que estas ideas medio trilladas.

Personas que nunca creyeron que iban a ser deportistas terminaron dedicadas a eso por casualidad o necesidad; al final ganaron medallas o entrenaron a otros deportistas muy exitosos.  Estudiantes poco prometedores son hoy exitosos científicos que hacen con soltura actividades intelectuales consideradas por la mayoría muy difíciles.  También están aquellos testarudos a los que les dijeron toda la vida que no podían tocar el piano porque eran «sordos» para la música y que unos años mas tarde habían terminado su carrera en el conservatorio para convertirse finalmente en concertistas.

Pero no nos digamos mentiras: esos casos no son la regla sino unas afortunadas excepciones.

Jesús (si existió) era bueno para hablar en público y convencer a muchas personas de sus ideas; a Bill Gates se le dio fácil la programación y el liderazgo desde que era niño; de Miguel Angel se decía que dibujaba una circunferencia a pulso casi perfecta (y estoy seguro que lo hacía desde la más temprana edad); Newton entendió la geometría analítica después de leer solo una vez el inexpugnable libro de Descartes; Juanes aprendió solo a tocar la guitarra y Shakira nunca tomo formalmente un curso de danza árabe.

¿Por qué iba usted entonces a sacrificarse haciendo las cosas difíciles?

No. Si no lo ha hecho, empiece ya a pensar que es para usted fácil de hacer y dedíquese a ello.

Pero ¡ojo! La respuesta a la pregunta de «¿que es para mí más fácil hacer?» no puede ser «nada»: sentarse por horas a ver televisión; hablar pendejadas con los vecinos en la tienda de la esquina; dormir hasta tarde o no bañarse por días.

Todas esas cosas son fáciles de hacer para todos.  Piense en las que solo son fáciles para usted (o unos «pocos» como usted.)

Si aprender a tocar la guitarra le tomo un par de días, pero sumar fraccionarios le costo repetir quinto grado y su familia quiere que sea contador, hágalos leer esta entrada y convénzalos de que podría ser increíblemente exitoso si hace cosas difíciles pero con la guitarra (no con el interés compuesto.)

Para ponerlo en otros términos: el éxito en la vida consiste en descubrir aquello que puedes hacer con facilidad, para luego aplicarlo haciendo cosas difíciles y geniales.

¡No más «ateos»!

Antes de que se equivoque, esta entrada no es el inició de una nueva cruzada cristiana o musulmana para recuperar la tierra santa o imponer la sharía.  En realidad no soy creyente (pero si muchas veces irracional, como todos) y admiro a todos aquellos que los creyentes llaman «ateos» (pensando que es una especie de marca maligna).  Yo mismo me he hecho llamar ateo un incontable número de veces, pensando que esta etiqueta era buena.  Pero estoy cansado de usar el que realmente es un término propagandístico y de connotaciones peyorativas.  Me cansé del «ateísmo» y su connotación de «negar lo evidente» (es decir lo que piensa la mayoría).  En esta entrada argumento porque los no creyentes (en los dioses sobrenaturales de la historia) deberíamos decir en lo sucesivo ¡no más ateos! y al contrario promover, con el lenguaje, un abrazo secular a la inmensa diversidad filosófica y moral que existe mas allá de las creencias sobrenaturales de otros.

«¿Qué tienen en común las palabras ateo, pagano, bárbaro, gringo? Todas han sido usadas en la historia por culturas y organizaciones (normalmente intolerantes) para denotar (peyorativamente) a una inmensa cantidad de gente (muy diversa) que no creen en lo que ellas creen 🤦‍♂️»
Junio 7 de 2019
http://bit.ly/trino-ateo

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No sé si lo habían pensado.

A mí me había estado rondando la cabeza esta idea un par de años.

Pero es que proponer cambiar el uso de palabras que todos usamos con alguna frecuencia y que prácticamente se atornillaron a la cultura, se antoja como una empresa imposible.

Pero alguna vez tenemos que comenzar y en el caso de la palabra «ateo», lo mejor es que el cambio comience, precisamente, por aquellos que nos consideramos no creyentes (en los dogmas espirituales ajenos).

Pero ateo no es el único término peyorativo usado por muchos grupos humanos, clubes, naciones, organizaciones, iglesias, etc. para minimizar al resto de la humanidad que no piensa o siente como ellos.

Como lo menciono en el trino que comienza esta entrada aquí les presento una colección no exhaustiva de términos similares:

bárbaro, pagano, gringo, indio, negro, no-heterosexual (este es casi un chiste),  marica, …

Sin pretender dar aquí ninguna lección de historia o de filología, déjenme analizar solo un par de estas «joyitas», para justificar por qué usar el popular «ateo» es mantener el mito de la existencia de una «disidencia divina» entre los seres humanos.

Que barbaridad

Las palabras pagano y bárbaro tienen y tuvieron siempre en la historia, un sentido peyorativo.  Al menos eso es lo que creo pensamos todos aquellos que compartimos un espíritu secular.

Los griegos (y después los romanos) llamaban bárbaros a todos los pueblos que no estaban en el radar de la cultura helenística (o de la «civilizada» Roma).  Aquellos que no compartían su lengua materna, tradiciones, historia y política.

Es cierto que en el ~300 a.e.c. (antes de la era común) era, en términos de calidad de vida, derechos ciudadanos, acceso a la información, etc., mucho mejor ser «griego» que ser un herrero egipcio. O que en el 50 e.c. (de la era común) los ciudadanos romanos vivían en una sociedad más organizada, justa y con mejor infraestructura que la de los campesinos Nubios.

Aún así, el término bárbaro realmente no denotaba nada «positivo».

Era una palabra para meter en un saco todo lo diferente, lo que no había sido tocado por la «cultura», lo que hablaba lenguas «impuras» (bar, bar, bar), en resumen, todo lo salvaje.

El carácter peyorativo de «bárbaro» trascendió el tiempo hasta convertirse en un insulto en casi todas las lenguas tocadas por el griego y el latín, es decir, las lenguas romances, las lenguas eslavas y hasta el inglés.  Paradójicamente todas esas lenguas eran originalmente «dialectos» bárbaros.

Lo más increíble es que, como pasa con el término ateo, ser bárbaro significaba, en realidad, ser más diverso, incluso más libre.

Por definición los Mayas y los Incas eran bárbaros, los Chinos eran barbaros, los avanzados Persas y después los árabes fueron bárbaros.  Fueron bárbaros también los Vikingos, que descubrieron América y dejaron hijos por toda Europa o los Visigodos (que con los árabes crearon la cultura hispana) y también los orgullosos rusos.

¡Qué barbaridad!

Una increíble cornucopia de culturas, religiones y lenguas, eran bárbaros.  ¡Qué bueno habría sido ser un bárbaro!

Que rico el paganismo

¿Qué me dicen ahora del término pagano?

Acuñado en el imperio romano por los cristianos extremistas de aquella época (los peores cristianos de toda la historia), «pagano» era cualquiera que no creyera en un solo dios (es decir, en el dios de ellos) y que adorara o hiciera sacrificios en templos o al frente de figuras que representaran divinidades menos poderosas.

¡Por Vaal!  Estos abyectos «criminales culturales» (los primeros cristianos, porque los de ahora son unas mansas palomas), pusieron en una misma bolsa semántica, toda la historia de las religiones y cosmogonias originales, desde el surgimiento de la agricultura hasta el nacimiento del mitológico de Jesús (bueno, en realidad hasta unas décadas después cuando un tal Pablo se inventó el cristianismo).

Pero otra vez, si me transportaran a aquel tiempo, y me dieran a elegir cualquier culto religioso (que para el estado de información y calidad de vida de aquella época era casi inevitable) posiblemente yo habría sido un puerco «pagano».  ¡Qué rico!

Afortunadamente, el término pagano, aunque sigue apareciendo en el diccionario, ya dejo de usarse en la vida cotidiana. Lo usan solo académicos e historiadores y uno que otro camandulero.

Bueno, excepto en las «pacíficas» teocracias musulmanas en las que sigue usándose para denotar incluso a los cristianos de occidente, que en realidad creen en el mismo amigo imaginario, es decir en Alá.  Parece que el analfabetismo (que ronda por ejemplo el ~50% en Afganistan) no les permite entender a la mayoría de los seguidores de Mahoma, que «Al lah» traduce «Dios» en cristiano (God en inglés, Gott en alemán, Dieu en francés, etc.)

Pero ¡un momento!  Tampoco es un «accidente» que el término paganismo no se use ya mucho en occidente.

La razón para su entrada en desuso, fue precisamente que los descendientes de Abraham (judíos, cristianos y musulmanes) acabaron, por las buenas y por las malas, con todo el paganismo en nuestras sociedades (bueno, dejaron vivos unos cuantos «indios» «paganos» en Africa, América y Australia como para que todo el mundo viera que ahora son más tolerantes).

Nos quejamos de la reducción significativa de la diversidad biológica, pero casi nadie piensa en el crimen a la diversidad religiosa perpetuado por los tataratataratatara..(tatara x 1000) nietos de Adán.

Gringo, come home!

Si bien en Hispanoamérica llamamos gringo a todo el que sea de los Estados Unidos (o los que sean monos como ellos), muchos Brasileros usan el término para referirse prácticamente a todos los extranjeros.

Un Colombiano en Rio de Janeiro que hable portuñol es un gringo.  Un gringo en Sao Paulo, es un gringo pero mono, así como lo es un Japonés con sus gadgets tecnológicos en una playa en Salvador de Bahia.

Lo gringo representa lo no «brasileiro», es decir lo que no nació y creció en el «pais mais grande do mondo».

Yo sé que estos memes culturales han cambiado, especialmente después de los duros golpes sociales y económicos que ha sufrido Brasil recientemente, y (espero yo) después del nacimiento de una o dos generaciones de brasileros más cosmopolitas.

Pero el termino gringo quedó ahí para ofrecernos un ejemplo más de cómo se usan «bolsas semánticas» para meter a todo lo que es distinto (especialmente para «insultarlo».)

Como sucede con lo bárbaro y lo pagano, ser gringo en Brasil, sin embargo, es en realidad, ser «infinitamente» más diverso cultural y lingüísticamente.

Es bueno ser gringo.

No más «ateo»

Finalmente llegamos al término que nos convoca: «ateo».

Si por los monoteistas fuera escribirían «aTeo», como escriben con descaro «Dios» por todas partes, imponiendo a no creyentes y politeistas por igual, la unicidad de su amigo imaginario.

Llamar ateo a una persona que no cree en el dios personal de los descendientes espirituales de Abraham es tan arbitrario como llamar monoteista (como un término que denota equivocación) a un cristiano o a un judío.  Creo que ellos no aceptarían tamaño apelativo.

Es cierto que los ateos se llaman ateos a sí mismos.

Yo lo he hecho muchas veces. Existen organizaciones de ateos y páginas de ateísmo en todo el mundo.  Uno de los mas importantes pensadores ilustrados y escépticos de la modernidad, Richard Dawkins, es, según sus propios términos, un «ateo militante». En contraste, otro «ateo» famoso, Carl Sagan, nunca se denomino a sí mismo con ese apelativo (me corrigen si estoy equivocado, citándome por favor la fuente).

También es cierto que el término «ateo» surgió precisamente en Grecia, una sociedad politeista (no todas las embarradas son monoteistas) y se puso de moda justamente cuando en el renacimiento y después durante la ilustración empezaron a defenderse los valores muy útiles del racionalismo, el escepticismo y la secularización de la sociedad.

Pero no nos llamemos a engaños.

Hablar de «ateos» es una trampa lingüistica en la que hemos caído aquellos que no necesitamos suponer de la existencia de gnomos, divinidades del bosque, unicornios y espíritus santos, para justificar nuestras acciones morales, explicar el funcionamiento del mundo, su perfección u origen; tampoco lo necesitamos para reconocer la trascendencia de nuestra vida y las sutiles fronteras entre la vida y la muerte.

Si no necesitas de esas hipótesis superfluas e injustificadas ¿por qué les ibas a dar un status de verdad llamándote «ateo»?

Nadie se llama a sí mismo «aunicornio» o «anomo».  Mucho menos existe la «aesclavitud», el «amachismo» o el «aterraplanismo».

Los unicornios, los nomos, la esclavitud, el machismo y el terraplanismo son tonterías y no creer en ellas no te hace un ideólogo más que necesita un apelativo específico.

No creer en estas tonterías demuestra, en realidad, que eres una persona racional relativamente normal (sin mas apelativos.)

Gente normal

¿Cómo llamar en lo sucesivo a los no-cristianos, no-judíos, no-musulmanes y no-creyentes en los restantes millones de dioses de la historia?

Qué les parece: gente normal.

Porque todo hay que decirlo.  La existencia del Dios personal de las religiones semíticas (en este caso, el sustantivo común «dios» sí debe escribirse con mayúscula porque el contexto monoteista es claro), es bastante ajeno a las intuiciones mágicas de Homo sapiens, una conjetura que podríamos resumir (y simplificar) en la frase: todo niño es «ateo» hasta que la sociedad lo corrompe.

Los niños creen en monstruos, muchos tienen amigos imaginarios (¡que rico!), creen que los regalos de navidad se los trae un gordito que vuela o un muchachito en pañales con poderes mágicos, y casi todos adoran explicar el mundo a través de la acción de fuerzas mágicas.

Pero es obvio, son niños e ignorantes (en un sentido no peyorativo).

Sin embargo, creo que para cualquier niño sano sería muy difícil reconstruir las divinidades que han inventado sus creativos tatarabuelos, es decir personajes con barba, bondadosos y omnipotentes que se hacen los hüevones ante la esclavitud o la opresión de los indefensos. O entidades sin forma, sin rostro, sin materia, que solo existen si no piensas en que existen o si te empecinas que los sientes en tu corazón (o en tu hígado, había sirios que también eran cristianos)… ¡puf!

Mucho más difícil para un niño sería inventar la tonta idea de que hay uno solo.

Hay que ser muy poco creativo para ello, que es justo lo contrario a ser niño (o sencillamente a ser humano.)

Durante la temprana edad media (y esto poco se cuenta) el cristianismo, epítome del monoteismo, tenía un millar de dioses, empezando con los tres que forman la trinidad y siguiendo con una multitud de anti-dioses o demonios (había un demonio para la pereza, un demonio para la pecueca, un demonio para la masturbación, un demonio para… para todo).  Este falso monoteismo, además, elevó después a una categoría divina a muchos seres humanos, los santos.  Así, si Grecia tuvo un Hércules (mitad dios, mitad hombre), Alejandría (la cristiana, es decir la que no tenía ya biblioteca) tuvo su San Cirilo.

Pero dudo que se acepte socialmente llamar «normal» al no creyente en dioses.  Todos dirán que la palabra «normal» es muy relativa.  En estricto, lo normal, en las sociedades modernas occidental, es tener un carné dentro de alguna religión semítica.

Escéptico o no escéptico, esa es la cuestión

¿Qué tal llamarnos «escépticos» en lugar de «ateos»?

Es una alternativa tentadora.

Es más, es la alternativa que usan muchas organizaciones alrededor del mundo que no solo hablan abiertamente del absurdo de seguir creyendo en divinidades, sino que además combaten el terraplanismo, la astrología, las abducciones extraterrestres o los monstruos del lago Ness.

El problema es que el término escéptico implica un cierto grado de sofisticación intelectual, de cultura, de incredulidad extrema que, al menos, a mí, me incómoda (en realidad creo que no hay que ser muy inteligente y culto para no creer en dioses.)

Si ser escéptico es bueno ¿por qué no somos «escépticos» de la teoría atómica? ¿por qué no pedimos evidencia contundente de la existencia de los quarks o de las primeras bacterias sobre la Tierra?

En realidad, todos confiamos en los relatos científicos (¡sí! también son relatos) esencialmente porque han resultado ser consistentes y extremadamente útiles, pero más importante, porque son producto de la actividad intelectual de toda una sociedad de pensadores y no de la traba de algún profeta o de la propaganda de un santo.

El escepticismo, convertido en el «grito de guerra» de la sociedad secular podría volverse contra sus logros más increíbles (piensen no más en el hecho de que los terraplanistas se llaman a sí mismo «escépticos»)

Otras razones

¿Qué les parece «racional»?

En lugar de «ateos» podemos decir «personas racionales».

Yo creo que esto se aproxima más a lo que significa ser «ateo».

Una persona racional es aquella capaz de juzgar las hipótesis que se proponen para explicar el mundo y que, como diría Bertrand Russel, «evita seleccionar aquellas que sean injustificadas e innecesarias» (como la hipótesis de dios que hoy por hoy es completamente innecesaria).

Una persona racional, además, es alguien que puede entender una argumentación y el valor de la evidencia empírica, lógica o matemática para evaluar el valor de la misma.

Nos vamos acercando.

Solo que hay un problema: todos los seres humanos somos significativamente irracionales.

La mayor parte de nuestra maquinaria biológica y mental difícilmente sigue principios «lógicos».

Solo piensen, por ejemplo, en las fobias (lo menciono porque yo tengo una).

Los que, por ejemplo, le tenemos miedo a volar (aerofobia) eliminamos conciente o inconcientemente la evidencia de que el aéreo es el medio de transporte mas seguro que existe (por kilómetro recorrido y persona transportada).

Usamos hipótesis innecesarias para justificarnos y aplicamos razonamientos equivocados («si un avión se accidenta casi todos mueren» ergo «el avión es peligroso»).

Ser racional es un ideal bonito, pero biológica y psicológicamente imposible en todos los aspectos de la vida.  No estoy diciendo que ser racional sea malo o imposible.  Solo que la etiqueta «racional» no es buena para clasificarnos a todos.

Ahora bien.  Hay irracionales de irracionales.  Los que creen en dioses, por ejemplo, son irracionales, como los que tenemos aerofobia.  Solo que a diferencia de estos últimos, los primeros se justifican diciendo que «hay que tener fé»; que ellos saben que no tienen «razones» para sus creencias y no hay lógica en ellas (también los hay que creen que sí, lo que es el colmo de la credulidad), pero que no les importa.

Los creyentes en dioses son «irracionales me-importa-un-culistas.»

¡Por Apolo!

Es como si sufrieras de una «fobia» y quisieras seguir sufriendo de ella toda la vida.

Yo, personalmente, descubrí que la «valeriana» es muy buena contra la aerofobia (bueno, al menos en mi caso).  Ojalá existiera una droga para curar la fé religiosa (porque la fé en general es buena – solo que monopolizada por la religión, especialmente cuando tienes fé en tus ideales o en ti mismo.)

Nihil novi

Las anteriores y muy incompletas reflexiones, me dejan finalmente arrinconado contra un extremo nihilista, pero creo yo, muy válido.

¿Y qué tal si los no creyentes, no nos llamamos de ninguna manera?

¿Por qué tendríamos que usar un término para denotar la negación de algo que solo le importa a gente irracional me-importa-un-culista?

Es como si los aerofóbicos exigiéramos al resto de la humanidad que duerme en los aviones (porque ese es el mejor síntoma de que no le temes a volar, que logras conciliar el sueño metido en esas batidoras aerodinámica) que se llamaran a si mismos «aerofílicos»

Dejemos que los creyentes se llamen ateos entre sí: «Ese Poncio Pilatos si que es un ateo», «¡Tutankaton deja de ser ateo! ¡cambia su nombre a Tutankamon!», etc.

A los que no tenemos ese problema, por favor, déjennos en paz.

¡No más «ateos»!, el título de esta entrada, significa que no sigamos usando ese término para referirnos a todos los seres humanos (casi) racionales y normales, que no tenemos afiliaciones a clubes supersticiosos.

¿La espiritualidad y la moral que?

Este asunto daría para una larga entrada.  Bastante innecesaria por cierto, en tanto ya autores, mucho mas versados que yo, han escrito sobre el tema (noten que no digo autores ateos, ni autores no creyentes; en lo sucesivo por «autor» se sobre entiende una persona normal y mayoritariamente racional que no necesita divinidades).

Pero al mencionar este espinoso asunto y tratar aquí el tema de los apelativos, me gustaría proponer un apelativo nuevo para todos aquellos que vivimos nuestra espiritualidad plenamente (¡sí! ¡sin dioses también hay espiritualidad!) y que poseemos conjuntos de valores morales y cívicos que nos hacen «buenas» personas y buenos ciudadanos; todos al margen de lo que dictan las reglas de los rebaños religiosos.

Creo que deberíamos hablar hoy, y me inspiró en las ideas de Steven Pinker, de una espiritualidad ilustrada (ilustrado no significa aquí «educado» o «culto»).

La espiritualidad ilustrada sería algo así como un sentido de trascendencia o una profunda intuición de la existencia de un increíblemente vasto y complejo universo dentro de nuestras propias cabezas (que deja de existir tan pronto cesa la vida de las neuronas, pero que puede derramarse un poco a través del legado literario, científico o artístico), todo en consonancia con el espíritu de la ilustración, a saber, aquel que reconoce la razón, la ciencia y el humanismo como los motores del progreso social (un mundo mejor para todos).

Aquí, si podríamos diferir de forma respetuosa.

Es posible que la espiritualidad ilustrada que me mueve a mí personalmente por la vida, no sea la misma espiritualidad que mueve a otros: no todos tenemos que tener una espiritualidad ilustrada.

Respeto cuáles sean los principios que te hacen valorar lo trascendente en tu vida.

Lo que nunca respetaré (como no respeto al machismo, al racismo, al sexismo, a la homofobia, etc.) es que tengas que postular para tu espiritualidad, injustificadamente y contra toda evidencia, la existencia de entidades inmateriales y bondadosas que mueven los hilos de la realidad.

Ahora bien, que no respete tus creencias irracionales no significa que no podamos ser amigos.

¿Nos tomamos una cerveza?

Los números de Chernóbil

Esta de moda Chernóbil (otra vez).  Una nueva serie producida por HBO que se estreno apenas hace un mes, ha revivido de nuevo una radiofobia colectiva, es decir, ese temor, casi atávico, por el enemigo invisible de las «radiaciones ionizantes».  Mucho se ha hablado del más grave accidente nuclear de la historia en estos 33 años; algunos han querido minimizar sus efectos y otros los han exagerado extraordinariamente (principalmente medios de comunicación, organizaciones antinucleares y naturalmente la población general.)  Pero para entender realmente la dimensión de la «amenaza nuclear», los efectos pasados, presentes y futuros de Chernóbil (y de otros accidentes nucleares), hay que entender los números detrás de ellos.

«Ahora que vemos la serie Chernobyl de @HBOLAT, algunos números interesantes sobre la exposición a radiación: 1 Sievert (Sv) es la unidad moderna de radiación total recibida (=1 J/kg), 1 Roentgen (R) la unidad mencionada en la serie equivale a ~0.01 Sieverts (Sv) o 10 mSv»
Junio 2 de 2019
http://bit.ly/trino-chernobil

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Como dice el refrán (y si no dice, debería) «los números harán tu vida mejor.»

Es muy distinto decir «el terremoto que sacudió a Japón en 2011 desvío el eje de rotación de la Tierra» a expresarlo como «durante el sismo de magnitud 9.2 al frente de la costa de Japón en 2011, el norte geográfico se desplazo 0.0000001% de su posición.»  ¿Notan la diferencia?

También es muy distinto afirmar que «el bosque alrededor de la planta de Chernóbil todavía es radioactivo», a expresarlo en términos de «el nivel de radiación en la plaza de la abandonada Pripyat, a 5 km de la planta de Chernóbil, es aproximadamente de 1000 nSv/h, lo que equivale a 5 veces el nivel de radiación ambiental en la ciudad de La Paz (Bolivia)»

Yo sé que no a todos nos gustan los números. La verdad es que los seres humanos somos casi todos malos para manipularlos; simplemente hay unos que lo hacen más frecuentemente que otros. Pero tampoco nos gustan las verduras e igual nos las comemos. Así que ¡manos a la obra!

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Actividad, exposición y dosis

Para entender a Chernóbil, hay que conocer tres conceptos simples: actividad, exposición y dosis.

Se llama actividad al número de átomos, en un material radioactivo, que se descomponen en un segundo.

Si solo se descompone 1, decimos que la actividad es de 1 Becquerel (1 Bq=1 descomposición por segundo).

Normalmente, cuando lidiamos con sustancias radioactivas (como parte del Potasio en los bananos, ¡sí¡ los bananos contienen sustancias radiactivas) el número de desintegraciones es de miles de millones.

Los físicos entonces hablan de una actividad de 1 Curio, para referirse, sin muchas palabras, a 37 mil millones de desintegraciones por segundo (1 Ci = 37000000000 Bq).

A las personas que tienen cáncer de Tiroides se les administra Yodo radioactivo (¡si! una sustancia radiactiva se usa para curar).  Una dosis típica contiene Yodo suficiente para producir 100 mCi (mili Curios), es decir 100 milésimas de Ci.

¿Es eso mucho o poco? Digamos que no es normal.  Si fuera bueno, te lo darían en las hamburguesas.

Los médicos nucleares (¡sí! hay médicos nucleares) saben que si una persona toma más de 600 mCi de Yodo radioactivo en su vida (las centrales nucleares y otros procesos pueden producir este tipo de Yodo y descargarlo en la atmósfera), posiblemente esta intoxicada con radioactividad.

Hasta ahora todo fácil ¿no?

Pero ¿cuántos son los Curios de Chernóbil?

Los lugares más contaminados en 1996 alrededor de la planta destruída, tenían «suficientes elementos» radiactivos para producir 400 mCi por cuadra (un área de 100 por 100 metros).  Es decir, incluso si barrieras el campo de un estadio, no recogerías suficientes elementos radioactivos como para intoxicarte.  Bueno, aunque tampoco estarías a salvo.

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Exposición

Una cosa es que hayan elementos radiactivos y otra que hagan algo.

El efecto normal que la luz invisible (rayos X y gama) y las partículas (electrones, positrones, protones, neutrones y núcleos de Helio o partículas alfa), emitidas por los elementos radioactivos producen sobre la materia circundante (aire, agua, vacas, gente, etc.) es la de ionizar los átomos y moléculas de las que están hechas.  En condiciones normales, esos mismos átomos y moléculas son neutros y realizan sus funciones porque lo son; si están ionizados pueden haber problemas (cáncer, mutaciones, muerte celular, etc.)

Es por esto que decimos que la radiactividad produce «radiaciones ionizantes» y es a las radiaciones ionizantes a lo que le tememos cuando pensamos en lo nuclear (radiofobia).

La medida de cuánto puede la radiación ionizar el aire se expresa en una unidad que escuchamos con frecuencia en la serie de HBO: los Roentgen (si no la han escuchado cuando la vean por segunda o tercera vez, sé que lo harán; pongan más atención).

1 Roentgen de radiación produce cerca de 300 micro Coulombs de carga en 1 kilo de aire.  Pero ¡¿qué demonios es eso?!  No es muy importante saberlo; bastará con decir, por ahora que los lugares más peligrosos alrededor del núcleo del reactor expuesto de Chernóbil, al menos durante los días siguientes a la emergencia, registraban niveles de radiación cercanos a los 10000 Roentgen.

Muchos de los detectores con los que contaban los empleados, no podían medir más allá de unos 10 R, por lo que al principio las autoridades del reactor subestimaron (como vemos en la serie) la gravedad del desastre.

Fue solo cuando llegaron los primeros bomberos, y que fueron expuestos seguramente a entre cientos y miles de Roentgen mientras apagaban el incendio, que empezaron los peores efectos de la radiación a sentirse.

¿Cuántos Roentgen marca hoy Chernóbil?  Más de 30 años de medicina nuclear, nos han enseñado que la exposición no es la mejor manera de medir los potenciales efectos biológicos nocivos de la radiación.  Existe una cantidad mejor.

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Dosis

Una manera de medir la radiación ionizante, distinta a la capacidad que tiene para ionizar el aire (nuestros cuerpos no están hechos de esa sustancia), es decir una manera distinta de hacerlo con Roentgens, es determinar la cantidad total de esa energía que puede absorberse en la materia expuesta a ella.  A esta cantidad la llamamos «dosis».

La dosis se mide en Grays (Gy), siendo 1 Gy igual a 1 Julio de energía absorbida (aproximadamente 4 calorías) por cada kilogramo del cuerpo en cuestión.

Cuando se desintegra un átomo, puede producir distintos tipos de radiación ionizante (recuerde, luz invisible y partículas).  Cada una de ellas produce efectos nocivos diferentes sobre el organismo.  Las más dañinas normalmente son las más rápidas (neutrones rápidos) y las más pesadas (partículas alfa).

De modo que expresar la radioactividad en Curios (desintegraciones por segundo) no ayuda, sino indicamos qué tipo de partículas están implicadas y cuánta energía por cada partícula es emitida.  Tampoco ayuda del todo expresarla en Grays.  Un Julio de energía de rayos gama depositado en el cuerpo humano producirá un efecto casi 10 veces menor que el que produce el mismo Julio de energía pero de neutrones veloces.

Por esta razón (y aquí llegamos al final de la enumeración de nuestras unidades), en años recientes se ha introducido un nuevo patrón, el Sievert, capaz de cuantificar el «daño» producido sobre el organismo, ajustado por el tipo de partículas que lo produce.

Así 1 Gy de rayos gama (1 Julio de rayos gama absorbido por kilogramo) corresponde (por definición) a 1 Sievert.  Pero 1 Gy de partículas alfa, corresponde en realidad a 20 Sieverts.

¿Ya se enredo?  No espero que entienda todo; pero al menos que sepa que 1 Sievert es en realidad una cantidad muy peligrosa de radiación ¡aléjese!

De los Sieverts a la realidad de Chernóbil

Llegados a este punto tenemos todos los elementos cuantitativos para juzgar en su justa medida a Chernóbil, Fukushima y todos esos mensajeros del apocalipsis que los medios y algunos activistas antinucleares nos han querido vender.

Para juzgar qué tan grave es una cierta dosis de radiación, hay que tener en cuenta los efectos biológicos que han sido observados a lo largo de décadas de investigación teórica y experimental en medicina nuclear.  Algunos de estos efectos no solo se han estudiado en el laboratorio o en entornos clínicos; los mismos desastres nos han enseñado a valorarlos de forma más realista.

Para empezar debemos distinguir entre una exposición única a radiación ionizante y la exposición continuada a ella (por períodos de días a años.)  Naturalmente las dos están relacionadas.

Así por ejemplo, si por alguna razón te expones por un período breve de tiempo (unos minutos) a 1 Sv de radiación, quizás no sientas nada inmediatamente.  En unas horas, sin embargo, sentirás desagradables efectos físicos, nauseas, mareo, tal vez fiebre.   Te recuperaras de esos efectos, pero a largo plazo la probabilidad de que desarrolles algún tipo de cáncer asociado específicamente con esta experiencia será de alrededor de un 5%.

¿Cuánta radiación recibieron los primeros bomberos que llegaron a Chernóbil? Posiblemente unas decenas de Sv.  Precisamente por eso murieron unas horas a varios días después de esta severa exposición.

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En total 31 personas murieron en Chernóbil, incluyendo bomberos y empleados de la central (aquellos que vemos en la serie bajando a los alrededores del reactor destruído para tratar de encender las bombas de agua), por estar sometidos a niveles muy altos en las horas siguientes al desaste.

600 000 personas, los liquidadores, trabajaron en los siguientes meses y años para mitigar los graves efectos ambientales del desastre.  Se ha calculado que la dosis más alta recibida por los liquidadores más expuestos fue de 0.3 Sv (o 300 mili Sieverts, mSv.)  En promedio, sin embargo, estos 600 000 héroes anónimos, recibieron 100 mSv y los menos expuestos apenas absorbieron 5 mSv.

¿Murieron todos? ¡falso!

Para empezar, y como vimos antes, si bien 0.3 Sv (la máxima exposición recibida por los liquidadores) pueden ser suficientes (dependiendo de la persona) para producir algún malestar, es muy improbable que te mate en el corto de plazo.

La cifra exacta de personas que murieron por los efectos de la radiación después del desastre se desconoce.  Lamentablemente, el desastre ocurrió en un tiempo y un país en el que el seguimiento cuidadoso de todos los implicados era difícil.

Usando distintas fuentes de evidencia, la OMS y la ONU han calculado que el número total de muertos fue poco más de 9000.  Investigadores independientes han estimado que la cifra podría ser tan alta como 60 000.  Cualquiera que sea la verdad, es claro que no fueron millones.

¿Y los «niños mutantes» que nacieron después del desastre?  Los estudios epidemiológicos muestran que si mujeres embarazadas se exponen por una sola vez a 300 mSv, no hay mayores riesgos sobre el desarrollo del feto (distinguibles de otros efectos más comunes).

La dosis promedio de los habitantes de la zona cercana al desastre y que fueron trasladados a otras ciudades, fue de 10 mSv, muy por debajo del umbral para efectos nocivos sobre el embarazo (una exposición total de 50 mSv es considerada segura para un trabajador en el sector de la energía nuclear).

¿Y el cáncer? ¡mucho más difícil de cuantificar!  Los únicos datos fiables parecen indicar un incremento en un factor de 2-3 en la tasa de cáncer de tiroides entre las personas que eran niños durante el tiempo del accidente y que posiblemente tomaron leche contaminada con Yodo radioactivo y otros isótopos.

Aparte de eso y en la ausencia de estudios epidemiológicos anteriores a Chernóbil en esa misma zona, no se puede saber si las muertes por cáncer que se han producido entre los habitantes de la región, incluso entre los liquidadores, se produjeron por la exposición a radiación o por otros factores (contaminación ambiental, cigarrillo, obesidad, etc.)

Los epidemiólogos han calculado, por ejemplo, que fumar produce un riesgo de cáncer equivalente a una exposición de 1 Sv.  Ser obeso, 300 mSv.  Incluso ser fumador pasivo es casi tan «peligroso» como exponerse de súbito a 150 mSv, que es igual al riesgo que corren los que no comen vegetales.

Chernóbil ¿inhabilatable?

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Una cosa es recibir una dosis de radiación de golpe.  Otra muy distinta es dejar radiactividad regada por todas partes en miles de kilómetros cuadrados.  Ese, dice, la mayoría es el peor crimen de Chernóbil y con ello (generalizan) el riesgo de seguir usando la energía nuclear y exponernos a futuros accidentes.

Pero evaluamos con números, esta afirmación.

¿Cuál es realmente el nivel de radiación remanente en Chernóbil? ¿es realmente imposible volver a vivir en la denominada zona de exclusión (una región con cerca de 35 km de radio)?

Cuando hay una fuente permanente de radiación ya no se usa la dosis total, sino una «tasa» o «nivel» de dosis (dosis por segundo, por hora, por día, por año, etc.)

Aunque sea difícil aceptarlo, estamos sometidos todo el tiempo a radiación ionizante que no tiene como fuente ningún desastre nuclear pasado o presente.  Esta radioactividad es producida por isótopos presentes en las rocas con las que construimos nuestros edificios (ej. Uranio y Torio), en nuestros alimentos (Yodo, Carbono, Potasio) y en el aire que respiramos (ej. Radón).

La dosis que recibimos de estas fuentes ambientales depende de dónde vivamos.  Así por ejemplo, en Medellín (la ciudad en la que vivo) y en ciudades situadas a una altura similar sobre el nivel del mar (1500 metros), la dosis es de unos 70 nSv/h (nano Sieverts por hora).  En La Paz (Bolivia) asciende a unos 120 nSv/h, y en el lugar con los niveles de radiación ambienta más altos (Ramsar, cerca al mar Caspio en Irán), alcanza los 2000 nSv/h.  El promedio mundial se estima en unos 300 nSv/h.

Dado hablar de Sieverts, nano Sieverts, etc. no es tan fácil, especialmente para los que no han leído este blog (¡ustedes ya se salvaron!), se ha sugerido entre los expertos desde hace un par de décadas, usar, como medida del nivel de radiación, el tiempo de exposición a la radiación ambiental promedio que tendrías que acumular para igualar una cierta dosis.

Me explico.

Como habíamos mencionado antes, la dosis recibida en promedio por los habitantes alrededor el desastre de Chernóbil fue de 10 mSv.  Para conseguir esa dosis, solo por exposición a la radiación ionizante ambiental, harían falta 4 años.  Es decir, los habitantes de la zona, en tal vez un par de días, «envejecieron radioactivamente» 4 años.

Obviamente los efectos de una dosis de radiación obtenida en un breve período de tiempo no son los mismos que una exposición continuada a un nivel de radiación muy baja.  Pero la comparación ayuda.

Prueben ahora con estos datos.

La máxima dosis recibida en la población de Fukushima durante el peor momento del desastre de la planta nuclear en esta zona en 2011, fue el equivalente a 13 años-equivalentes del fondo de radiación (13 años en unas horas o días).

Los liquidadores más expuestos de Chernóbil recibieron 100 años-equivalentes durante solo varios meses.

Si alguien se parará hoy debajo del reactor de Chernóbil para tomar una foto por solo 1 minuto, al material fundido del reactor (la denominada pata de elefante o el «coronium»), recibiría la dosis de 10 años-equivalentes.

Pero volvamos a la habitabilidad de Chernóbil.

Algunos estimativos (claramente exagerados) estimaban que Chernóbil no podía habitarse durante 26000 años (!)  Para estimar o (mejor desestimar) esta conclusión, basta que conozcamos los niveles actuales de radiación en la zona alrededor del reactor.

En esta página se reporta permanentemente las dosis que recibiría quién visitará la «peligrosa» zona de exclusión (y que reciben algunos habitantes que regresaron a la zona y no han muerto, además de toda la flora y fauna que hoy abunda en la región).

Como vemos, el nivel de radiación en la mayoría de los sitios es mayor a unos cientos de nSv/h.  Es decir varias veces mayor que la recibida en la ciudad de la Paz (Bolivia).

A unos centenares de metros del edificio del reactor (que hoy esta además cubierto con un moderno «sarcófago» de acero), el nivel de radiación no es mayor que 10 000 nSv/h, es decir, comparable con algunos de los sitios que tienen los más altos niveles de radiación ambiental en el planeta.

Ciertamente los niveles presentes están muy por debajo de los niveles considerados riesgosos para la salud.  Así por ejemplo. Si montarás una carpa en la zona adyacente al edificio del reactor, y permanecieras allí durante un día, recibirías una dosis total de 0.24 mSv, que es 100 veces menor que los límites de seguridad en la industria que maneja radiaciones ionizantes.

¿Entonces?

Esto no significa que deberíamos empezar a hacer encuentros de Boy Scouts en Chernóbil; o que debamos convertir algunas de esos miles de kilómetros cuadrados en tierras productivas para la agricultura (desplazando lobos, águilas y bisontes en peligro de extinción que han encontrado allí un nuevo paraíso terrenal sin los dañinos humanos); pero inhabitable, inhabitable, las tierras de Chenóbil no son.

Una comparadora de dosis

Preparando este blog me propuse hacer mi propia calculadora, que decidí llamar más apropiadamente «comparadora» de dosis de radiación ionizante.  No es nada que requiera mucho ingenio o inteligencia, pero tampoco se hace en un par de minutos.

En este enlace encontrarán la «comparadora», que no es otra cosa que una hoja de cálculo (como las que se hacen en Excel) pero que puede usarse en Internet.  Para usarla, necesitan solamente una cuenta en Google.

Advertencia

Hablar del desastre de Chernóbil y sus consecuencias medio ambientales y humanas, radiaciones ionizantes, riesgo nuclear, contaminación por isótopos radioactivos, efectos de las radiaciones ionizantes sobre la salud, etc, etc. nunca es fácil.

Es posible que haya cometido algunos errores en esta entrada y agradecería al lector juicioso o informado que me lo hiciera saber en los comentarios.

Sin embargo, espero que la iniciativa implícita en este esfuerzo, rinda sus frutos: ponerle números a Chernóbil y a la supuesta amenaza implícita en la explotación de la energía nuclear, es mejor que describir cualitativamente unos peligros que tal vez no son tan graves.

Que cada quien, sin embargo, ¡interprete los números como mejor le parezca!

Algunas fuentes:

Fútbol y azar

Cada cuatro años los fanáticos del fútbol se reúnen alrededor de miles de millones pantallas para presenciar el evento deportivo más grande del planeta: el campeonato mundial de fútbol de la FIFA.  Este año, 2018, el evento se celebra en Rusia y hasta ahora ha demostrado ser uno de los mejores de la historia. ¿Cuáles de las 32 selecciones pasarán la «dolorosa» fase de grupos? ¿qué puesto ocupará nuestra selección favorita en el campeonato? ¿quién ganará?.  Estás son las preguntas que obsesionan a fanáticos, pero aún más, a profesionales, empresarios del fútbol y no hay duda, a apostadores de todo el planeta.  Pero el fútbol, a diferencia de algunos deportes individuales y como sucede con otros deportes de grupo (Beisbol, Baloncesto, etc.) es un juego en el que el azar determina de forma fundamental alguno de los resultados.  Precisamente por esto y desde hace varias décadas, científicos de los datos han desarrollado modelos estadísticos, para predecir los resultados de distintos campeonatos futbolísticos.  Presentó aquí los resultados de dos modelos recientes y nuestra propia comparación de esos modelos contra los resultados del campeonato (mientras se va desarrollando).  Sea que usted vaya a participar de una «polla mundialista» (en este mundial o el siguiente) o simplemente si le gusta ver la ciencia en acción, estoy seguro que le interesarán estos resultados.

«Lo dicho: el fútbol tiene una importante componente aleatoria y una aproximación estadística puede hacerlo mucho mejor que los sabiondos comentaristas deportivos https://arxiv.org/abs/1806.03208»
Noviembre 9 de 2014
http://bit.ly/trino-fisica

Matriz de probabilidades de que cada uno de los equipos del mundial de Rusia 2018 le gane a los demás equipos. Con cuadros aparecen los marcadores a la fecha de publicación de este artículo.  Una versión actualizada de este gráfico esta disponible en este enlace http://bit.ly/Rusia2018-Marcadores-Probabilidades

No soy precisamente lo que podríamos llamar un fanático del fútbol.  En realidad me considero also así como un «activista anti-fútbol» o un «fútbol hater»; o mejor, un activista en contra de la exacerbación del fútbol como fenómeno económico, social y cultural, especialmente en países con profundos problemas como Colombia en los que, por esta exacerbación, los niños prefieren soñar con ser futbolistas que académicos.

Sin embargo, cada cuatro años, lo que parece ser un «gen futbolístico» se activa en mí.  Como resultado me convierto en un fanático más, uno como aquellos que critico el resto del año.  No me pierdo ningún partido, leo y veo programas deportivos y participó en las discusiones en redes sociales.

En defensa de mi rampante contradicción, puedo decir que, siendo el fútbol del mundial el mejor del mundo (de eso no hay ninguna duda), el campeonato de la FIFA es un espectáculo que vale la pena seguir, sea uno un afiebrado fanático o no.

En una analogía con la comida, el fanático que goza de cada partido de fútbol, no importa si es un campeonato de barrio o la liga europea, es como aquella persona que come de todo, desde un grasiento platillo callejero hasta la más deliciosa langosta.

A los bichos como yo, solo solo nos gusta la «Langosta futbolística».

Una de las cosas que menos me gusta en el fútbol, especialmente de lo que sucede alrededor de él y no del deporte en sí mismo, es el excesivo análisis alrededor de cada jugada, de cada partido, de cada decisión de un futbolista o un técnico.  Un trabajo «pseudo intelectual» de sesudos comentaristas deportivos que tienen el dudoso mérito de recordar cuántos goles de tiro libre se han hecho en un estadio específico, pero que también creen tener una respuesta para explicar cualquier resultado futbolístico (especialmente después de conocerlo).

Ese exceso de análisis parece desconocer, casi completamente, que los resultados en el fútbol dependen de una innumerable cantidad de factores, la mayoría de ellos completamente aleatorios (es decir, que dependen de un número de variables inmanejables) y que hacen de este y muchos otros deportes de grupo, fenómenos naturales casi tan intratables e impredecibles como el clima.

Un cálculo servilletero sencillo (y absurdamente simplificado para la complejidad del fútbol) puede servirnos para hacernos a una dimensión cuantitativa del problema de la impredictibilidad del fútbol.  Si suponemos que en un partido de fútbol típico hay alrededor de 200-300 pases (y hasta más) y asumimos que la probabilidad de que cada pase sea exitoso es del 97% (una probabilidad alta incluso para los mejores equipos), la probabilidad de que se repitan los mismos pases es (como máximo) 0.97200 es decir 0.2%.  Es decir si se jugará el mismo partido en 1,000 universos paralelos donde todas las demás condiciones se repitieran por igual, en promedio solo en 2 de ellos se produciría el mismo partido.  Así, lo que vemos en un partido de fútbol es único y los detalles, prácticamente impredecibles.

Pero tampoco hay que engañarse.  Existen una diversidad de factores que favorecen a unos clubes sobre otros, a unos futbolistas sobre otros, a unos técnicos sobre otros, a unas selecciones nacionales sobre otras.  Estos factores  hacen que los partidos de fútbol sean algo más que una enorme sucesión de «lanzamientos de una moneda» (como yo mismo los he llamado en momentos de furor anti futbolístico).  El engaño está en creer que un sesudo análisis solo de estos factores, puede explicar (siempre a posteriori) porque Alemania puede ser derrotada por México en un mundial.

Son justamente esas componente no aleatorias las que han aprovechado una multitud de científicos de datos en las últimas décadas, para tratar de modelar los resultados del fútbol, en especial de los torneos más grandes, aquellos de los que abunda información y que tienen más relevancia pública.  El mundial de la FIFA es quizás el más importante.

Fútbol y apuestas

No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que más allá del interés científico de predecir los resultados del fútbol como cualquier fenómeno natural, existe también un enorme interés económico.  En realidad este último seguramente supera con creces el interés por el primero.

Es posible que por cada científico de datos que haya intentado modelar los resultados deportivos en las últimas décadas, hayan existido 100 científicos contratados por casas de apuestas para hacerlo mucho mejor y con el propósito muy concreto de crear un millonario negocio alrededor del azar deportivo.

Pero ese no es un delito (no que yo sepa).  Si hay un oficio o una profesión más antigua (después de la que todos sabemos) esa debe ser la de apostador o corredor de apuestas (yo me los imagino en las afueras de los circos romanos e incluso en los alrededores de las canchas de pelota Aztecas).

Hoy, las casas de apuestas abundan en todo el planeta y seguramente mueven millones.  Curiosamente, para la ciencia del modelado de los resultados deportivos, la información provista públicamente por esas casas, puede ser utilizada para propósitos científicos.

Permanentemente las casas de apuestas publican las que se conocen como las «cuotas» (odds en inglés, como lo seguiré llamando en lo sucesivo) de un determinado resultado deportivo.  Así por ejemplo, a la fecha de publicación de esta entrada, el odd que una casa de apuestas típica paga por una apuesta al evento «España queda de campeón en el mundial» es de 11/5 (5.5).

País Odds Probabilidad Casa Probabilidad Ajustada
Brazil 5,0 16,67% 16,27%
Germany 5,5 15,38% 15,02%
Spain 7,0 12,50% 12,20%
France 7,5 11,76% 11,48%
Argentina 10,0 9,09% 8,87%
Belgium 13,0 7,14% 6,97%
England 19,0 5,00% 4,88%
Portugal 23,0 4,17% 4,07%
Uruguay 34,0 2,86% 2,79%
Croatia 34,0 2,86% 2,79%
Colombia 41,0 2,38% 2,32%
Russia 41,0 2,38% 2,32%
Poland 67,0 1,47% 1,44%
Denmark 101,0 0,98% 0,96%
Mexico 126,0 0,79% 0,77%
Switzerland 101,0 0,98% 0,96%
Sweden 151,0 0,66% 0,64%
Egypt 151,0 0,66% 0,64%
Serbia 201,0 0,50% 0,48%
Senegal 151,0 0,66% 0,64%
Peru 151,0 0,66% 0,64%
Nigeria 201,0 0,50% 0,48%
Iceland 201,0 0,50% 0,48%
Japan 301,0 0,33% 0,32%
Australia 301,0 0,33% 0,32%
Morocco 401,0 0,25% 0,24%
Costa Rica 401,0 0,25% 0,24%
South Korea 501,0 0,20% 0,19%
Iran 501,0 0,20% 0,19%
Tunisia 751,0 0,13% 0,13%
Saudi Arabia 501,0 0,20% 0,19%
Panama 1.001,0 0,10% 0,10%

Odds publicados por una de las casas de apuestas en el estudio de Zeileis et al. (2008) y la probabilidad de la casa.  Si se suman las probabilidades de la casa se notará que no dan 100%.  Esto es porque han sido infladas por la casa de apuestas para obtener un beneficio.  ¿En cuánto han sido infladas? ¡Nadie lo sabe! Es el secreto mejor guardado del negocio.  En la «probabilidad ajustada» se han multiplicado las «probabilidades de la casa» por un factor constante hasta que suman 100%.  Este es el mejor intento que podemos hacer para «invertir» las probabilidades y obtener los chances reales de cada equipo de ganar.

Esto quiere decir que si apuestas $1 y el evento ocurre, te pagarán $5.5.  Suena bien ¿no?.

El problema es que normalmente (y legalmente) las casas de apuestas inflan las probabilidades de que ocurran ciertos eventos, de modo que aquel que gana, reciba menos de lo que debería recibir por acertar.  Se llama capitalismo y es legal en la mayor parte del planeta.

Así, España, según la información publicada por las casas de apuestas, tiene una probabilidad de ganar de 1-5.5/(1+5.5) ~ 15%.  Sin embargo, la probabilidad real (que deber ser calculada por ellos usando sofisticados métodos estadísticos y esos 100 científicos de más que mencionamos antes), puede ser por ejemplo del 12%.  En una sociedad no capitalista la cuota pagada debería ser por tanto (1-0,12)/0,12 ~ 7.

Mientras quiénes estamos fuera del negocio de las apuestas, no sepamos cómo calculan ellos las probabilidades en los deportes, hay una posibilidad de estimar esas probabilidades a partir de los odds publicados por las casas de apuestas.  El método lo propuso Henery en 1998 y es sencillo: multiplicar cada odd por un factor constante hasta que la suma de las probabilidades de todos los equipos sume 100%.

Fácil, ¿no?

Antes que abandone la lectura porque el tema se esta poniendo muy denso (le prometo que lo que viene es mejor), le puedo decir que esta salida «ramplona» es lo mejor que tenemos para predecir (sin los 100 científicos de datos de más de las casas de apuestas) las probabilidades globales del mundial.

La realidad es que las casas de apuestas modifican cada odd por un factor diferente (y desconocido), así que, por ejemplo, con los datos que siguen y los modelos asociados, difícilmente, alguna vez podrá ganarles a las casas de apuestas. De modo que no se me ilusione.

De cuotas a habilidades

Una cosa es predecir globalmente quién ganará el mundial y otra muy distinta, por ejemplo, es decir quiénes jugaran la final o si tu selección favorita pasará la ronda de grupos.

Para saber estas cosas se necesita «simular» detalladamente el mundial.  Partido por partido.

Pero ¿cómo saber quién ganará un determinado partido del torneo? o ¿cuáles serán los marcadores?.

Distintas aproximaciones a ese problema han sido consideradas por los científicos de datos.  Hace poco, por ejemplo se publico en el arXiv, un interesante trabajo en el que un grupo de científicos europeos, utilizando técnicas adoptadas del «machine learning», simulan el mundial y predicen los resultados ronda a ronda.   El método adoptado por ellos es realmente robusto y sería ingenuo no confiar en que los resultados serán acertados.

Pero hay una aproximación un poco más ingeniosa y menos sofisticada computacionalmente para realizar una tarea similar.

Imaginemos que a cada equipo en una competición le podemos asignar un número que define que tan bueno es.  Llamaremos a ese número su «fortaleza» o «habilidad» (como se hace realmente en la literatura científica).  Un equipo con una habilidad alta es un equipo que tendrá mayor probabilidad de ganar a equipos que tengan habilidades más bajas.

Números como estos ya existen.  Por ejemplo, la FIFA y Coca-Cola publican periódicamente un número que se conoce como el puntaje de la FIFA.  Los últimos valores del puntaje fueron publicados el pasado 7 de junio antes de comenzar el mundial de Rusia 2018.  En este sistema de calificación, Alemania tiene el puntaje más alto, 1558.  La selección Colombia, por su parte, esta en la posición 16 con un puntaje de 986.

La clasificación de la FIFA/Coca-Cola de las selecciones nacionales. Los puntos de la FIFA son un resumen de los resultados obtenidos por cada selección en los últimos 4 años. Fuente: https://www.fifa.com.

Pero hay un sistema de medida mucho más sencilla.  Supongamos que calificamos los equipos con un número de 0-1 (sus habilidades) y calculamos la probabilidad de que el equipo A gane al equipo B como:

P(A gane a B) = Habilidad de A / [ (Habilidad de A) + (Habilidad de B) ]

Similarmente la probabilidad que el equipo B gane al equipo A es:

P(B gane a B) = Habilidad de B / [ (Habilidad de A) + (Habilidad de B) ]

Así por ejemplo, si asumimos todos los equipos en un torneo tienen una habilidad igual y arbitraria de 0.5, la probabilidad de que un equipo gane a cualquier otro será de 0.5/(0.5+0.5)=0.5=50%.  Es decir cada partido se definirá como el lanzamiento de una moneda.

¿Qué pasa, sin embargo, si escogemos habilidades diferentes para los equipos?. Por ejemplo podemos asociar una habilidad proporcional a su puntaje de la FIFA.  Para ello podemos dividir cada puntaje FIFA por el puntaje del mejor equipo en el torneo (al que le tocará un valor de la habilidad de 1).  Así, Alemania tendría un valor de 1 y Colombia un valor de 0.62.

Una vez tenemos unos valores posibles de las habilidades podemos simular el torneo completo.  Para ello le pedimos al computador que calcule al azar el resultado ganar o perder de cada partido.  Por ejemplo si jugarán Alemania y Colombia, la probabilidad que Alemania gane será 1/(1+0,6)~0.62=62%.  Al enfrentarse virtualmente, podemos, por ejemplo, generar un número aleatorio de 0 a 1.  Si el número es menor que 0.62 daremos el partido ganado a Alemania, en caso contrario se lo damos a Colombia.

Usando este método es posible simular el mundial completo y predecir quién será el ganador.

Pero para calcular la probabilidad de que un equipo sea campeón del mundial, hace falta simular mucho más que un solo torneo.  Empezando con 32 selecciones, por ejemplo, el número de semi finales posibles teniendo 4 cualquiera de los equipos, será de ¡35960!.   Naturalmente, en una competencia real, el número de semifinales posibles es mucho menor (las fases anteriores no permitirán que todas las selecciones puedan llegar a la semifinal).  Sin embargo estas ~40000 posibilidades potenciales indican que simulando 100000 o más mundiales podemos estimar de forma precisa la probabilidad de que cada selección en juego gane el torneo.

Pero ¿cómo sabemos si los métodos mencionados arriba para asignar una habilidad a cada equipo son los correctos?.

Una manera podría ser escoger muchos conjuntos de valores arbitrarios de las habilidades y simular, por cada conjunto, 100000 torneos.  De cada simulación, obtenemos las probabilidades de que las selecciones ganen y la comparamos con las probabilidades provistas por las casas de apuestas.

Después de muchos conjuntos de valores de habilidades probados, encontraremos aquel que produzca las probabilidades más parecidas a las que dan las casas de apuestas.  Voilà! Estas deben ser entonces las habilidades buscadas.

Este «sencillo» procedimiento (si no lo entendió échele una segunda leída y verá que no es tan complicado) es lo más parecido en computación a encontrar una respuesta por ensayo y error.  De forma más elegante los científicos llamamos a esto, un procedimiento de «inversión».

Este procedimiento fue utilizado por Achim Zeileis y sus colaboradores este mismo año, para calcular las habilidades «requeridas» para que las probabilidades de cada selección de ganar en Rusia 2018, fueran lo más cercanas a las predichas por 25 casas de apuestas.  Los resultados se presentan en la tabla abajo y son la base de los modelos que describimos a continuación.

Selección Probabilidad de casas Habilidad Probabilidad predicha Diferencia de Probabilidad
Brazil 16,56% 0,1690 16,27% 1,77%
Germany 15,81% 0,1652 15,76% 0,27%
Spain 12,54% 0,1459 12,60% 0,43%
France 12,06% 0,1471 12,30% 2,04%
Argentina 8,40% 0,1240 8,33% 0,79%
Belgium 7,27% 0,1105 7,40% 1,69%
England 4,94% 0,0924 4,90% 0,87%
Portugal 3,38% 0,0833 3,50% 3,39%
Uruguay 2,75% 0,0768 2,65% 3,71%
Croatia 2,54% 0,0784 2,56% 0,99%
Colombia 2,19% 0,0724 2,24% 2,04%
Russia 2,07% 0,0706 2,06% 0,33%
Poland 1,50% 0,0634 1,48% 0,93%
Denmark 0,91% 0,0552 0,92% 1,50%
Mexico 0,84% 0,0546 0,88% 4,54%
Switzerland 0,83% 0,0534 0,85% 2,14%
Sweden 0,63% 0,0494 0,61% 3,34%
Egypt 0,55% 0,0493 0,61% 10,47%
Serbia 0,52% 0,0482 0,55% 5,53%
Senegal 0,50% 0,0468 0,51% 0,81%
Peru 0,44% 0,0477 0,45% 1,91%
Nigeria 0,43% 0,0466 0,50% 15,02%
Iceland 0,41% 0,0467 0,42% 2,11%
Japan 0,34% 0,0423 0,34% 1,03%
Australia 0,22% 0,0388 0,22% 0,59%
Morocco 0,22% 0,0377 0,20% 6,42%
Costa Rica 0,19% 0,0361 0,16% 14,82%
South Korea 0,19% 0,0370 0,20% 4,59%
Iran 0,17% 0,0376 0,20% 15,60%
Tunisia 0,14% 0,0337 0,15% 9,39%
Saudi Arabia 0,09% 0,0298 0,09% 8,72%
Panama 0,09% 0,0310 0,10% 7,26%

Nótese lo bien que el procedimiento de inversión logra atinarle al valor de las habilidades de modo que la probabilidad de cada selección de ganar, calculadas con las simulaciones, difieren por solo unos puntos porcentuales de las probabilidades esperadas por las casas de cambio.

Usando estas habilidades es posible calcular, por ejemplo, la probabilidad de México le gane a Alemania: 0.0546/(0.0546+0.1652)~25%.   El resultados que todos vimos en la realidad (México venció a Alemania 1-0 en un partido histórico) nos permite recordar que las probabilidades son solo eso.

Usando estas habilidades y sin que se jugará un solo partido real del mundial, Zeileis et al. (2018) predijeron además de la probabilidad de ganar de cada selección nacional, la probabilidad que esas mismas selecciones pasarán a cada una de las fases.  En la tabla abajo se muestra el resultado.

Octavos Cuartos Semifinal Final
ESP 88,40 73,10 47,90 28,90
GER 86,50 58,00 39,80 26,30
BRA 83,50 51,60 34,10 21,90
FRA 85,50 56,10 36,90 20,80
BEL 86,30 64,50 35,70 20,40
ARG 81,60 50,50 39,80 15,20
ENG 79,80 57,00 29,80 15,60
POR 67,50 46,10 19,80 7,30
CRO 65,90 30,80 15,60 6,00
SUI 58,90 30,60 13,10 5,60
COL 79,20 33,10 14,00 5,70
DEN 50,00 26,10 12,40 4,80
URU 86,60 37,50 13,50 4,40
SWE 54,00 21,70 8,00 3,10
POL 60,60 18,90 6,80 2,30
PER 39,20 15,40 6,60 2,10
ICE 36,60 12,90 5,30 1,70
SRB 36,20 13,80 4,70 1,50
SEN 39,70 10,90 3,70 1,10
MOR 30,30 14,80 4,00 1,00
TUN 22,80 8,90 2,80 0,80
MEX 41,50 13,90 3,70 1,10
CRC 21,40 6,40 1,70 0,40
EGY 45,50 10,30 2,10 0,40
RUS 50,40 10,50 2,40 0,40
NGA 15,80 4,00 1,20 0,30
AUS 16,20 4,20 1,20 0,30
JPN 20,50 4,10 0,90 0,20
KOR 17,90 4,00 0,80 0,20
IRN 13,80 5,10 0,90 0,10
PAN 11,10 2,50 0,50 0,10
KSA 17,50 2,60 0,40 0,00

Intrigados por los métodos y resultados de estos autores, yo y un amigo de andanzas científicas, Juan Carlos Figueroa, logramos reproducir los resultados de Zeileis y compañía y diseñar un conjunto de programas en Python que calcularan lo mismo que estos autores publicaron y un poco más (a los interesados en conocer el conjunto de programas les pedimos que nos contacten por correo).

Así por ejemplo, con los resultados del mundial hasta la fecha en la que se publica esta entrada y sin modificar el valor de las habilidades originales calculadas por Zeileis y compañía, podemos re calcular las probabilidades de cada selección «sobreviviente» de ganar el mundial; o las probabilidades de que dos equipos se encuentren en la final; o de que los finalistas sean determinadas selecciones.  Los resultados se muestran abajo y resultan bastante interesantes.

Probabilidades de ganar, probabilidades de que la final tenga dos equipos determinados, o que cuatro equipos específicos lleguen a la semifinal, calculadas asumiendo los marcadores ya obtenidos al 25 de junio de 2018 y suponiendo las mismas habilidades que se calcularon al principio del torneo.

Para resaltar podemos señalar cómo nuestras expectativas de la «justicia» en el fútbol o del «nivel» mostrado por una selección durante la primera ronda, no necesariamente se corresponde con sus resultados finales en el mundial.  Esto es algo que vemos en cada mundial y de lo que siempre nos hemos «quejado».  Nos preguntamos por ejemplo ¿cómo es que Brasil esta siempre en cuartos si no muestra el «jogo bonito» de los 80? o ¿por qué Argentina puede llegar incluso a la final dejando pelos en el alambrado durante la fase de grupos?.

La respuesta a estos «misterios futbolísticos» podría estar en tablas como las de arriba y en el método usado para calcularla.  Si se supone que la fortaleza o la habilidad de los equipos no cambia mucho durante el torneo (lo que es razonable en tanto es el nivel presente de sus figuras o de la selección como un todo lo que determina su fortaleza relativa y no los resultados previos o la «necesidad de ganar», un mito muy común), una selección fuerte o habilidosa que clasifica a octavos o a cuartos tendrá más posibilidad de ganar sobre las demás selecciones y así más posibilidad de acomodarse entre los finalistas.

Miremos por ejemplo el caso de Uruguay que tuvo una primera ronda invicta y comparémoslo por ejemplo con España, que empato dos partidos y estuvo a punto de salir del torneo.  España tiene una habilidad de 0,1459, mientras que la de Uruguay es solo de 0,0768.  Esto le garantiza a España un mayor chance de ganar el mundial, mientras desfavorece a Uruguay.  Esto explicaría porque después de simular 100000 mundiales (partiendo de los mismos marcadores que tuvo la primera ronda), España tiene una probabilidad de ser campeón del 15% y se acomoda fácilmente entre los finalistas, mientras que Uruguay solo tiene una probabilidad del 3% y no aparece en ninguna de las finales más probables.

Incluso Argentina, en la delicada posición en la que se encuentra al momento de escribir esta entrada, aparece al menos en una de las 10 finales y grupos de finalistas más probables.

No se trata de justicia, es un juego de probabilidades.

¿Funcionan los modelos?

Esta es la pregunta del millón, no solo en estadística, sino en la ciencia en general.

Para el caso del mundial nos enfrentamos a una seria limitación: el mundial de Rusia 2018 solo se jugará una vez, al menos en este Universo.  ¿Cómo juzgar un modelo estadístico con un solo experimento?.

Si decimos, por ejemplo, que la probabilidad que en el lanzamiento de una moneda el resultado sea cara es del 50%, la única manera de verificarlo sería lanzar la moneda 100 veces y comprobar si el número de caras no se aleja mucho de 50.

Pero ni el mundial, ni los partidos individuales, son como el lanzamiento de una moneda.

Consideremos por ejemplo el resultado del partido Alemania vs. México mencionado antes .  Según el modelo estadístico de Zeileis, la probabilidad que Alemania ganará era cercana al 72%.  Pero México ganó.  El resultado «México gana a Alemania» tiene hoy una probabilidad del 100%.  ¿Significa eso que el modelo era equivocado? ¡No necesariamente!

No podemos repetir el partido de México y Alemania, pero podemos considerar cada partido como un experimento independiente del mismo modelo.  Al fin y al cabo, tenemos la probabilidad de que cada equipo gane.

Usando esta aproximación la probabilidad de que el modelo sea bueno (o verosimilitud como la llaman los genios estadísticos) será igual al producto de las probabilidades de que el resultado de cada partido sea el que fue.

Verosimilitud del modelo = (Probabilidad que Rusia gane a Arabia) x (Probabilidad que Uruguay gane a Egipto) x (Probabilidad que Irán gane a Marruecos) x …

El número obtenido, sin embargo, es poco significativo.  Suponiendo, por ejemplo, un modelo que asigne una probabilidad de 50-50 a cada partido (cualquiera de los rivales puede ganar con la misma probabilidad), la verosimilitud del modelo para los 48 partidos de la primera ronda sería 0,548~0,000000000000003.

¿Es esto bueno o malo?.  ¡Ni lo uno ni lo otro!

Una aproximación más común en estadística es la de comparar la verosimilitud de un modelo con la misma obtenida con un modelo diferente.  Como no tenemos otros modelos a la mano podemos considerar 3 extremos:

  • Un modelo en el que la probabilidad de cada partido, independiente del marcador, es la máxima probabilidad calculada con las habilidades (no importa si es la probabilidad del equipo ganador).  A este modelo lo llamamos el «mejor modelo».
  • Un modelo en el que la probabilidad de cada partido, independiente del marcador, es la mínima probabilidad calculada con las habilidades (no importa si es la probabilidad del equipo perdedor).  A este modelo lo llamamos el «peor modelo».
  •  Un modelo en el que la probabilidad de cada partido es 50-50.  Cualquiera puede ganar.  A este modelo lo llamamos el «modelo del azar».

Hemos comparado estos tres modelos usando los partidos jugados a la fecha y encontramos que hasta ahora el modelo de Zeileis es 40-50% mejor que el azar puro y 300-400% mejor que un modelo en el que los resultados son los peores; este último es el que podríamos llamar un mundial raro (los equipos de poca habilidad le ganan sistemáticamente a equipos de gran habilidad).  Los valores de esta comparación se muestran abajo.

Resultados de la comparación de los marcadores de algunos de los partidos de la primera fase del mundial de Rusia 2018 y el modelo de Zeileis et al. (2018).  Una actualización de esta tabla esta disponible en este enlace http://bit.ly/Rusia2018-Resultados-Estadistica.

Esto último lleva a una conclusión muy concreta: el mito (que se escucha en casi todos los mundiales) de que este ha sido un mundial raro es, sencillamente, falso.

Fútbol y azar

¿Demuestra toda esta perorata que el fútbol es un juego de azar?

Para el aficionado incondicional, para el futbolista profesional que dedica su vida al deporte, para el técnico que se devana los sesos concibiendo estrategias y para los comentaristas pseudo intelectuales capaces de entender el resultado de un partido únicamente después de que ha terminado, naturalmente no lo es.  Para la mayoría de ellos, el fútbol es casi como el ajedrez; un juego de estrategia que lo ganan solo los equipos que mejor se anticipen, los que mejor se «paren» en la cancha o los que tengan los mejores talentos dentro y fuera de ella.

Para aquellos «falsos aficionados», a los que solo nos gusta la «langosta futbolística», el azar es un factor determinante y a lo sumo lo único que podemos hacer es disfrutar de la emoción de los buenos partidos sin pretender analizar demasiado un juego que esta atravesado por la contingencia.

¡Que viva el fútbol… cada cuatro años!

Para saber más

Actualización

Hoy 28 de junio de 2018 concluyó la fase de grupos de la copa mundial de Rusia 2018.  Abajo se presentan las probabilidades resultantes después de esta fase.

Probabilidades de ganador, primeros dos lugares y finalistas justo después de concluir la fase de grupos.

Es interesante notar que de los 16 equipos que clasificaron solamente 2 no estaban en la tabla de cuando esta entrada fue publicada hace unos días (Japón y Suecia) y 2 salieron de ella (Senegal y Alemania).  Los primeros cuatro lugares se mantuvieron en España, Brasil, Francia y Bélgica, con la excepción de Alemania que aparecía opcionada cuando se publico esta entrada.  Colombia subió 4 lugares entre las opcionadas a ganar el campeonato y por lo menos aparece en una de las 10 finales más probables.  Así mismo aparece 2 veces entre los 10 grupos de finalistas más probables.

Si se utilizan las habilidades originales de Zeileis y se pone a ganar a los equipos que tienen mayor fortaleza durante las fases finales (octavos, cuartos, semifinal y final) este sería el cuadro resultante:

Desenlace del mundial si los partidos tienen un desenlace siguiendo las probabilidades calculadas con las habilidades de Zeileis et al. (2018).

Este resultado es compatible con el de la tabla de las finales más probables más arriba, que da la final España-Brasil como la favorecida estadísticamente y al cuarteto Brasil-España-Francia-Inglaterra como el grupo de finalistas más probable.

Como un detalle adicional el modelo de Zeileis et al. (2018) que usamos aquí ha acertado quién gana en el 80% de las veces en el que un partido no quedó en empate lo que es más que una fluctuación estadística.  Con los marcadores a la fecha el modelo tiene una verosimilitud por partido 35% veces mejor que un modelo que asume azar puro y 360% veces mejor que el peor modelo.

Probabilidad en las definiciones de penalties

Ahora que comenzó la fase final del mundial las definiciones por cobros desde el punto de penalty podrían ser comunes.  ¿Qué probabilidad tiene un equipo de ganar en esa instancia? ¿es la misma que la calculada con los modelos descritos aquí?.

En 2014 dos periodistas (¿investigadores?) del portal FiveFiftyEight de ABC news realizaron un interesante estudio sobre esta materia (vea el artículo original aquí).  El primer resultado interesante de su análisis fue el hecho que la probabilidad de acertar a un penalty en una definición de este tipo (no en un penalty del tiempo regular) es 72.5%, independiente del equipo o del jugador.  Esta probabilidad era ligeramente mayor (hasta 75%) para los equipos con una fortaleza mucho mayor y bajaba a un 70% para equipos de poca fortaleza relativa.

Usando estas probabilidades calcularon la probabilidad de que un equipo ganará, por ejemplo, al comenzar la definción por penalties.  Como era de esperarse, si la probabilidad de meter gol era la misma para ambos equipos es la misma, la probabilidad de que cualquiera de ellos gane al comenzar es exactamente la misma 50%.  Sin embargo, si uno de los equipos tiene una fortaleza muy grande, la definición arranca con una probabilidad del 58% hacia ese equipo.

Si el primer equipo anota gol en el primer penalty, la probabilidad de ese equipo asciende a un 57%, pero si falla la probabilidad del equipo contrario se situará inmediatamente en un 70% (¡!).  Es decir, más le vale al equipo que comienza no fallar el primer tiro.  A continuación si el segundo equipo dispara y mete gol existirán dos posibilidades: 1) que el primero haya metido gol también; en ese caso la probabilidad vuelve a quedar como al principio.  2) que el primer equipo haya errado en su disparo; en este caso la probabilidad del segundo equipo subirá hasta un 77%.

El proceso continua en un compleja sucesión de posibilidades hasta que uno de los dos equipos gana.  Un resumen de las probabilidades dependiendo de cada posibilidad se muestra en la gráfica abajo (tomada de la fuente original).

Probabilidades de ganar de los equipos que participan en una definición por penalties. En este caso se supone que la probabilidad de acierto en cada cobro es 72.5%. Crédito: Portal FiveFirtyEight, https://fivethirtyeight.com

Se requiere mucho más que leer este blog (incluso que leer el artículo original en FiveThirtyEight) para entender o poder usar este diagrama.  Para facilitarlo hemos creado una hoja de cálculo de Google que permite ir haciendo el seguimiento en tiempo real de los cobros de tiros penalty.  Una captura de la hoja usada en el caso de la definición en el partido en octavos de final entre las selecciones nacionales de España y de Rusia, en la que quedo eliminada España, se muestra abajo:

Evolución de las probabilidades de ganar o perder de España y Rusia durante la definición en Octavos de Final en Rusia 2018. La hoja de cálculo puede ser encontrada en este enlace: http://bit.ly/probabilidades-penalties-live

Cosmovisiones

Hace carrera la idea, difundida en mi buen saber y entender por antropólogos, otros científicos sociales y en general simpatizantes de un «hiperrelativismo» cultural a ultranza, de que las ideas que tenemos hoy sobre el «mundo», su estructura, origen y evolución, especialmente aquellas que nos vienen de la ciencia, son productos de una «cosmovisión eurocentrista», de la educación «hegemónica» en las ideas que nacieron solo en esa parte del planeta.  De que existen otras cosmovisiones, especialmente las originales de América, que debemos conocer, respetar y sobre todo aceptar como «cosmovisiones» alternativas, válidas para los pueblos que las sostienen.  ¡Pamplinas!.  Ni existe hoy esa tal «comovisión eurocentrista» que nace en la ciencia, ni las cosmovisiones amerindias merecen un estatus siquiera similar a los logros increíbles (y aculturales) de la ciencia.  Aquí defiendo esta «impopular» posición.

«No, no es cierto; la ciencia no da una ‘cosmovisión eurocentrista’ del universo. Por primera vez en 6,000 años CONOCEMOS al universo como es a través de la ciencia; sin sesgos o ataduras culturales. ¡No me vengan con eso de que hay que conocer y respetar otras ‘cosmovisiones’!»
Noviembre 30 de 2017
http://bit.ly/trino-cosmovision

Representación artística de la cosmovisión de los pueblos de los andes. Tomado de: http://bit.ly/2zX9YwV.

Comencemos por un extracto que he tomado sin autorización de esta página, y que describe (brevemente) la cosmovisión del pueblo Emberá que ocupa territorios en Colombia y Panamá:

Historia 1. «Hay tres mundos: el de arriba (bajía), donde están Karagabí (la luna y padre de Jinopotabar) y Ba (el trueno); el de los humanos, que es la tierra (egoró), donde viven los Embera; y el de abajo (aremuko o chiapera), al cual se llega por el agua y es donde viven los Dojura, Tutruica, Jinopotabar y los antepasados y se originan los jaibaná (sabios tradicionales)«.

No hay duda de que se trata de una bella y diría yo (son mis palabras) romántica concepción del mundo que rodea a esta cultura tradicional de mi país.  Estoy seguro también que no muchos Embera nacidos en el siglo XXI la consideren una descripción literal del mundo (¿o si?).

Leamos ahora este otro extracto, esta vez tomado (también sin autorización) de un ensayo publicado en esta página (el original está en inglés):

Historia 2. «En el principio la gran explosión creo los cielos.  El Universo no tenía forma y era infinitesimal.  Plasma más caliente que mil soles permeaba el tejido en violenta expansión del Universo.  Las partículas estaban bien; y se diferenciaban de las antipartículas, volviéndose apenas un poco más abundantes.  Las temperaturas se desplomaron a medida que el espacio crecía y la materia y la antimateria se aniquilaba.  Casi todas las partículas fueron barridas del Universo, excepto trillones de trillones de fotones que sobrevivieron.  […] Y el Universo se enfrío otra vez de modo que los electrones pudieron orbitar los protones y el primer átomo estable nació.»

Otra bonita y romántica pieza de «poesía cosmogónica».

Pero ¿cuál es la diferencia entre ambas? ¿hay alguna «mejor» que la otra? ¿se acerca una más a la realidad que la otra? ¿debemos intentar preservar una en lugar de la otra de su inminente desaparición? ¿es una más apropiada que la otra para mantener nuestro planeta en equilibrio? ¿es una más adecuada para unas personas y la otra para un grupo diferente? ¿tienen orígenes geográficos diferentes? ¿deberían coexistir como historias alternativas igualmente válidas?.

No estoy seguro de tener la respuesta a todas estas preguntas (algunas bastante inanes por cierto), pero de dos cosas estoy absolutamente seguro: 1) La historia 2 esta muuuuuuuucho más cerca a la realidad que la historia 1.  2) La historia 2 no fue creada por ningún pueblo, nación o religión;  es un producto areligioso, aetnico (si es que estas palabras existen) y hasta «acultural» (que debe ser un término incorrecto, puesto que la ciencia tiene también su cultura).

Este es el punto central aquí.  Es cierto que existen «cosmovisiones» en casi todos los pueblos originales del mundo.  No solo en América, también en el Norte de Europa, en Africa, Australia y hasta los remotos pueblos de las islas del pacífico.  Cada una de esas cosmovisiones ha acompañado a sus pueblos, incluso hasta el presente; ha dado a sus culturas lo que todos los humanos necesitamos: explicaciones sobre cómo se organiza y de dónde salió el mundo.  Algunos argumentan que han sido la clave de por qué esos pueblos vivan en armonía con el medio ambiente (cosa de la que no conozco ninguna prueba científica a la fecha).  Pero no nos digamos mentiras: casi ninguna de esas cosmovisiones se ha acercado siquiera someramente a la realidad.

Aplaudo con sincera vehemencia a todos los que quieren preservar de alguna manera esas cosmovisiones originales; a todos aquellos que quieren que los descendientes directos de esos pueblos, sus jóvenes (ahora «contaminados» por la «modernidad») las recuerden, así sea como parte de su legado cultural.

Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.  «Preservarlas», como se preserva una momia egipcia o peruana, o como se preserva un muro babilónico o un instrumento antiguo japones, no necesariamente implica admitir que tienen siquiera el más leve asomo de realidad (como tampoco preservar la momia significa admitir que esta es la manera más salubre de conservar un cuerpo en putrefacción).

¿Cosmovisión eurocentrista?

Si hay algo que me molesta más que ese «hiperrelativismo cultural», que pretende dar estatus de «realidad en su contexto cultural» a esas cosmovisiones primitivas, a esas visiones completamente erradas del mundo, es la afirmación de que nuestra concepción presente del Universo y el medio ambiente, es producto de una «cosmovisión eruocentrista».

¡Válgame dios! (cualquiera de los cientos de miles que hay en las culturas originales).

La ciencia, uno de los descubrimientos más relevantes que ha hecho la humanidad en 40,000+ años de historia de la mente humana moderna, es, en su definición misma, la antitesis de un «producto cultural» o un «producto étnico», algo nacido de la tradición o sabiduría de un pueblo específico.

Muy al contrario de lo que pasa con la historia 1 al principio de esta entrada, que fue construida en el contexto de una lengua, las tradiciones de un pueblo específico y bien diferenciado de otros pueblos similares, que han coexistido en el espacio y el tiempo sosteniendo cosmovisiones diferentes, la historia 2 es el producto de la interacción de personas provenientes de decenas y posiblemente cientos de culturas diferentes.

En su construcción han participado europeos (por supuesto), chinos, indios, africanos, latinoamericanos, indonesios… «exagera usted», dirán algunos; «es seguro que ningún japonés, por ejemplo, ayudo a construir la «cosmovisión» del Big-Bang».  Pero sí.  Para construir la historia 2, que es un fragmento minúsculo de la historia que llamamos «Big-Bang», fue fundamental el aporte de científicos como Makoto Kobayashi quien ayudó a entender porque existe el número de partículas elementales que existen (y que poblaron en abundancia el período inicial del Universo que conocemos como Big-Bang) y no un número diferente.

Ninguno de los científicos que ayudo a construir la historia 2 pensó en sus abuelos, en la religión de sus padres (que algunos deben practicar posiblemente), en la sabiduría milenaria de sus pueblos (que en el caso de la cultura japonesa es bien conocida).  Solo se valieron de la razón, las matemáticas y la observación sistemática y rigurosa del mundo.  Los tres pilares centrales de la ciencia.

El resultado: la mejor versión de lo que paso al principio del mundo que la humanidad como un todo ha podido construir hasta ahora.

Quienes desconocen este producto fantástico de la ciencia, están, como decimos por aquí, «miando fuera del tiesto».   Su admiración «ciega» y (en la mayoría de los casos) posmoderna de las culturas originales parece haberlos enceguecido, haberles hecho olvidar los avances fantásticos conseguidos, especialmente en las últimas décadas, en el conocimiento del mundo.

La ciencia también es cultura

Algunos podrían argumentar que no existe en realidad ningún producto intelectual humano, ni siquiera la ciencia, que no sea «cultural» en última instancia.  Ni siquiera la ciencia, argumentaran, deja de apoyarse en ideas o preceptos antiguos, incluso en las visiones primitivas sobre el mundo de los pueblos en los que germinó la semilla de la ciencia moderna.

Según los hiperrelativistas culturales, la ciencia esta atravesada de la cultura grecorromana, con la cual no tenemos ninguna relación los que nacimos en este lado del mundo.  Los he escuchado incluso sugerir que la ciencia esta también atravesada por el «cristianismo» y otras religiones semíticas, que profesaron sus padres fundadores, desde Ibn al-Haytham, pasando por Francis Bacon, hasta el mismísimo Isaac Newton.

Nada más equivocado.

La ciencia y los científicos, es cierto, hacemos referencia permanente a la historia de este reciente descubrimiento intelectual.  A los personajes que tanto admiramos y que sí, son en su mayoría griegos, italianos, alemanes, franceses, norte americanos… sí, europeos.   También es cierto que para denotar las cosas del mundo y clasificarlas, usamos en su mayoría palabras griegas y latinas, y una que otra palabra germana.  Difícilmente encontrarán una palabra en Quechua o en algún dialecto Maya para nombrar un efecto físico, una estrella brillante o una organela de la célula.

Pero creer que por el hecho de decir «aparato de Golgi» (en honor al científico italiano Camillo Golgi, un europeo, quien lo descubrió en 1897) estamos siendo «eurocentristas» es sencillamente ridículo (el ejemplo no es muy bueno, alguien podría encontrar uno mejor).  El hecho que llamemos «big-bang» (dos palabras de origen anglosajón, es decir europeo) para referirnos a la mejor historia que tenemos sobre el origen de todo, no hace esa historia «eurocentrista».

Vale la pena anotar que ningún pueblo original de la Tierra (ni siquiera europeo) conoció (ni conoce todavía) la estructura celular o la apariencia del Universo hace 13,800 millones de años.  A ese conocimiento no se accede a través de «sabiduría ancestral».  Solo se accede a través de la ciencia.

Cosmovisiones y medio ambiente

Llegamos finalmente a una de las más extendidas falacias del hiperrelativismo cultural.  La idea de que debemos respetar las comsovisiones de los pueblos ancestrales porque esas maneras (antiguas e incorrectas de entender el mundo) les permitieron vivir en armonía con el medio ambiente.  Dejarlas desaparecer para dejar solamente la «cosmovisión eurocentrista» imperante, es condenar al mundo a la destrucción.

Como la mayoría de las cosas en estas corrientes de pensamiento, brilla por su ausencia la más mínima prueba científica de una afirmación tan temeraria.

Me pregunto yo si en lugar de las decenas de miles de individuos del pueblo Embera que pueblan hoy los bosques, montañas y ríos de Colombia y Panamá, sosteniendo y propagando su cosmovisión milenaria y «eco friendly» (para usar un término eurocentrista) fueran reemplazados por 50 millones de individuos viviendo en el mismo espacio ¿su cosmovisión los salvaría de tener rellenos sanitarios saturados? ¿o impediría que las aguas de sus ríos no estuvieran llenas de residuos químicos no «naturales» o dificilmente asimilables por ellos? ¿o acaso evitaría que se extinguieran los animales que les dan sustento?.

No. El problema de vivir en equilibrio con el medio ambiente no es de sabiduría ancestral.  La ciencia, sin sabiduría ancestral, ha logrado entender casi CABALMENTE lo que necesitamos para vivir en equilibrio sin convertir el mundo que nos da soporte en un lugar inhabitable para nosotros mismos.  No se necesitaron enseñanzas de los abuelos, ni pachamamas, ni reverencias a entidades sobrenaturales.  En unas decenas de años las ciencias ambientales saben mucho más de lo que todas las culturas ancestrales de la Tierra aprendieron en decenas de miles de años (sin descubrir el «método»: razón+matemáticas+contrastación).

Aún así, no puede hacer casi nada.

El problema no es de conocimiento y sabiduría.  El problema es que somos muchos y muy cómodos (y ¡¿por qué no?!).

No.  No es la ciencia eurocentrista, la que nos tiene en problemas con el medio ambiente.  Es nuestra «actitud antropocentrista» la que nos tiene en problemas.

Actitud que debo admitir esta mejor administrada en las cosmovisiones de los pueblos originales (claro, mientras sean pocos y no conozcan las comodidades a las que tienen justo derecho como humanos).

La educación hegemónica en la ciencia

Otra «culpa» que le endilgan a la ciencia es haberse convertido en una «hegemonía intelectual».   Haberse apoderado de la educación, en todas las culturas de la tierra, enterrando la sabiduría popular, las cosmovisiones de los pueblos originales, reemplazandolas por historias y cosmovisiones europeas.

¡Tonterías!

La ciencia se enseña sistemáticamente porque es la mejor versión de la realidad que tenemos.  Como padre (irresponsable) que soy de 3 nuevos seres humanos, yo quiero que ellos conozcan la realidad física tan fielmente como puedan.  Si quieren conocer las historias irreales de las religiones de occidente o de los pueblos originales de su país, pueden hacerlo, pero en su tiempo libre.

Yo quiero que sepan primero que existen el óvulo, el espermatozoide y el coito para juntarlos. Después, si quieren pueden conocer las historias increíblemente irreales de mujeres embarazadas por ángeles o niños que nacen de la pus de un hombre lambido por una rana.  De la misma manera que pueden volverse expertos en el mundo ficticio de Star Wars, siempre y cuando pasen los exámenes que certifican que tienen un conocimiento mínimo sobre el MUNDO REAL.

La ciencia se debe enseñar no porque nos haya conquistado intelectualmente Grecia y Roma, sino porque es el único camino razonable para sobrevivir en un mundo cada vez más complejo.

Mensaje a los indígenas

Ninguna de las ideas aquí expresadas pretende subestimar el valor cultural de las tradiciones indígenas de mi país o de cualquiera en el que hayan sobrevivido a las brutales fuerzas colonizadoras (de origen no científico). ¡Esa sería una imbecilidad mayor!.

Tampoco pretende argumentar en favor de permitir que esas culturas y su riqueza desaparezcan de la Tierra porque ya no son necesarias.  Sus formas de vestir, sus lenguas, el arte y el conocimiento intuitivo que tienen de la selva o los ríos, pueden ser necesarios para que la ciencia amplié su ya basto conocimiento de esas cosas.

Espero que los científicos de la mano de representantes de esas culturas nos ayuden a preservar apropiadamente su legado cultural, de la misma manera que hemos intentado reconstruir el legado cultural Egipcio, Inca, Celta o Azteca a partir de sus expresiones artísticas y arquitectónicas.  ¿Cuánto daríamos porque viviera todavía un reducto del pueblo Egipcio que nos hablara de sus costumbres y religiones (así fueran equivocadas)?.

Pero también espero, que los descendientes directos de esos pueblos aprendan que el Universo se expande, que no existen fuerzas sobre naturales en el río, pero si turbulencia y microorganismos.  Qué aprendan qué ocurre dentro de sus cabezas tal y como es revelado por un aparato de resonancia magnética y no solo por las ensoñaciones derivadas del consumo de alguna droga vegetal.  Todo mientras siguen respetando y escuchando a sus taitas, vistiendo como visten, usando las lenguas que inventaros hace milenios y que hace a sus cerebros únicos.

Espero que muchos más de ellos escriban papers de astrofísica, biología molecular, antropología, paleontología, etc. y participen del excitante descubrimiento de la ciencia.  Necesitamos a más personas, independiente de su origen étnico, participando de esta aventura intelectual sin precedentes.

Un falso dilema

¿Qué debería estudiar en la Universidad?.  Esta es la pregunta que se hacen miles de jóvenes y adultos cada 6 meses o un año, cuando las Universidades y otros institutos de educación superior abren inscripciones en sus programas.  La respuesta a esta pregunta es casi tan diversa como aspirantes tienen esas mismas instituciones. Aún así, existe una tendencia generalizada, que todos conocemos bastante bien y que consiste en responder de forma «simplona» a esta trascendental cuestión: estudie algo en lo se consiga trabajo.  Como fundador y promotor de uno de los programas universitarios más sui generis de Colombia (el programa de pregrado en Astronomía de la Universidad de Antioquia) les presentó aquí mis propias reflexiones sobre este espinoso asunto.

«No escoja una carrera. Deje que la carrera lo escoja a usted #ReglasDeLaVida»
Abril 30 de 2017
http://bit.ly/trino-carrera

Hay dos preguntas que me repiten cada semestre padres de familia, aspirantes y estudiantes nuevos del programa de astronomía por igual: 1) cuando yo (mi hij@) sea astronom@ ¿en qué voy (va) a trabajar? y 2) ¿es verdad que si uno estudia astronomía se vuelve ateo?.

La respuesta a la segunda pregunta ameritaría por si misma una entrada completa de Trinoceronte; me bastará con decirles que mi respuesta corta para esos devotos jóvenes y padres de familia es: «si entiende, sí».

La respuesta a la primera, sin embargo, no se puede resumir en una sola frase.  Y no es que sea, al menos para mí, igual de sencilla que la anterior.  El problema es que la pregunta en si misma envuelve confusiones aún más profundas.  Confusiones que están íntimamente relacionadas con la pregunta que abre esta entrada: ¿qué debería estudiar en la Universidad?.

Comencemos diciendo que una persona que todavía se hace esta pregunta cuando esta a punto de matricularse o iniciar un programa de educación superior, o como decimos en Colombia «de meterse en esa vaca loca», tiene un serio problema: no se conoce a sí misma o tuvo una educación realmente deficiente.

No sé si estarán de acuerdo conmigo, pero uno de los objetivos de la educación básica (primaria y secundaria) debería ser que los niños y los jóvenes descubran para qué son realmente buenos.

Yo, personalmente, tuve una buena educación (incluso en un tiempo en el que los estudiantes de mi colegio en Medellín – Colombia éramos considerados sicarios en potencia).  En los últimos dos años del bachillerato me enseñaron más ciencias naturales y matemáticas que cualquier otra cosa (termine mi bachillerato en un sistema que desapareció y que se llamaba «educación diversificada»; yo, por ejemplo, me gradúe en la modalidad de ciencias naturales).

Al finalizar mi educación básica estaba convencido de que esa era mi vocación.  No lo era ni la literatura, ni el dibujo, ni la ingeniería (que siempre me atrajeron también). Estaba convencido de que no podía ser otra cosa sino un científico (en particular un astrónomo).

Muchos de mis compañeros de colegio en la misma modalidad de ciencias naturales, descubrieron al contrario que no querían ser científicos. Esa experiencia les mostró que lo que querían era ser músicos y abogados.  Si bien, para ellos, esos dos últimos años de colegio fueron difíciles porque tuvieron que asistir a 4 clases de física a la semana (en lugar de 1 sola como la mayoría), lo cierto es que esa situación les ayudo también a ser lo que son hoy.

Todo esto es para decir que uno solo debe estudiar lo que quiere estudiar.  No hay alternativa. Esto implica, sin embargo, que antes de elegir o comenzar una carrera, se debe saber que se quiere hacer en la vida (o por lo menos tener una idea básica).

Los padres pueden ayudar.  A veces, sin embargo, ayudan demasiado: ponen a sus hijos a asistir a cursos de música, inglés, patinaje, natación y si les queda tiempo los obligan a participar de olimpiadas de baile, química, matemáticas y ortografía (creando a veces el resultado contrario, una aversión por el conocimiento o el arte).  Aún así el resultado parece seguir siendo el mismo: jóvenes confundidos que no están seguros sobre cuál es la carrera que deben elegir.

El dilema entonces de «¿qué carrera estudiar?» es entonces, un falso dilema. Se debe estudiar lo que uno quiere o para lo que uno es realmente bueno.  O debería por lo menos serlo sino existiera un segundo (y muy extraño) factor: el deseo de tener éxito económico sin hacer casi nada.

Todo hay que decirlo.  La mayoría, aún sabiendo para que son buenos, eligen estudiar una carrera pensando en el éxito que personas que conocen (o creen conocer) de esa profesión han tenido en el pasado o están teniendo actualmente.  ¡Una extraña idea!.

Es como si quisieras ser músico y para elegir en qué genero musical hacer tus propias contribuciones creativas te sentarás a escuchar la radio en busca de lo que mas suena.  ¡Realmente ridículo! (los que son músicos de corazón entenderán cabalmente lo que digo).  Si así funcionará el arte, todos los músicos en Latinoamérica (y no solo los genios del mercadeo) estarían haciendo Reguetón y Vallenato.

Pero no me crean ingenuo.  Es obvio que existen profesiones que garantizan una vinculación laboral casi inmediata.  En Colombia ¿el derecho? ¿la administración? ¿la contaduría?.  Lo que no tienen en cuenta quiénes eligen esas profesiones con «salida asegurada» es que estas son disciplinas tan difíciles como la Astronomía, la Sociología o la Filosofía.  El hecho de que haya más trabajo para abogados no significa que el derecho sea una carrera menos difícil o al «gusto de cualquier comensal».

Quién estudia derecho porque va a tener trabajo, sin saber si tiene aptitudes para la filosofía, el lenguaje y el pensamiento analítico, esta, como decimos en Colombia «miando fuera del tiesto».  Peor aún, el padre de familia, adulto responsable, experimentado, amoroso, que le exige a un hijo suyo escoger su profesión por la salida laboral esta jugando un peligroso juego: la «ruleta rusa» de la frustración profesional.

Y es que no hay peor fracaso profesional que tener cartones de algo que no te gusta o en lo que no usas el máximo de tu potencial.

Véanlo así: es mejor sentir un poco de envidia por el que tiene aptitudes naturales por carreras con salida profesional asegurada, que intentar ser como ellos.

Si lo que quiere un joven en la vida es ser violonchelista, no hay nada que hacer.  El padre de familia podrá lamentar en la intimidad de su craneo que su hij@ no haya nacido con las aptitudes naturales para la cirugía plástica (que le aseguraría un salario de 7 cifras o más de por vida), pero no tiene porque restregárselo, especialmente cuando esta comenzando su carrera musical.

También es cierto que otros padres de familia nos lamentamos (en la intimidad de nuestro craneo) porque nuestros hijos no son más altos, más atléticos o más bonitos, pero para casi todos es obvio que ninguno saldría a hacerle una cirugía plástica a sus hijos para ajustar sus características biológicas a nuestras expectativas (¡aunque no falta la bestia!).

Antes estas ideas, que contradicen creo yo el saber popular, se podría esgrimir otro argumento (y así lo hacen muchos padres y jóvenes al elegir su carrera).  Una persona realmente inteligente (que es lo que creemos casi todos los padres de familia sobre nuestros hijos) puede adaptarse a cualquier profesión.  «Que empiece a estudiar medicina aunque no le guste mucho», dirán algunos, «como es tan inteligente, con el tiempo le cogerá amor y finalmente se convertirá en el médico de la familia».  ¡Craso error!

¿Para que tener un médico más en la familia si podrías tener un Premio Nobel de física?  Si un joven es realmente inteligente, estudiar lo que quiere es la mejor manera de asegurar que será el mejor en su disciplina y no otro profesional frustrado mas (eso sí, frustrado pero inteligente).

En este punto aparece otro asunto espinoso.  ¿Deben las universidades e instituciones de educación superior solo ofrecer programas académicos que tengan una salida laboral «asegurada»?.  Técnicamente si.

Parte de los requisitos para que un programa reciba el registro calificado (al menos en Colombia) es argumentar la función que esos profesionales tendrán en la sociedad (los trabajos en los que se desempeñaran).  No puedes proponer un programa nuevo diciendo «no me importa si hay trabajo para estos profesionales».  Nadie lo aceptará.

En términos reales, sin embargo, las instituciones de educación superior (y en especial las universidades) no pueden, ni deben convertirse en agencias laborales.  Tampoco pueden basar sus currículos y tener un discurso, orientado al trabajo.  Nada que distraiga más de la función y objetivos de la educación universitaria, que estar pensando en cuál será el salario de un profesional.

Aquí lanzo una conjetura (tan atrevida quizás como muchas de las opiniones aquí expresadas): los profesionales más exitosos (si quieren, los que tienen los mejores trabajos) son los que menos pensaron en cuál sería su salario mientras estudiaban.  Los «empeliculados», los que se gozaron su carrera, los que estudiaron por el placer de conocer y de aprender sobre lo que más le gustaba en la vida.

A la gente que genuinamente ama su carrera, se le nota.  Los empleadores saben (o sabemos) lo importante que es esa pasión genuina y prefieren (preferimos) emplear a gente así.

El que es realmente bueno, tendrá empleo, independientemente del cartón.  Punto.

Ahora bien.  Decir todas estas cosas es fácil cuando haces lo que te gusta, cuando tienes un trabajo estable ejerciendo la profesión que escogiste, cuando naciste en una época con menos competencia (un tonto argumento que se escucha por ahí).  Ese podría ser mi caso, por ejemplo.

Pero no se engañen.  Yo no obtuve por ejemplo mi trabajo actual (profesor asociado en una Universidad grande) por que abundará en Colombia trabajos para físicos o astrónomos.  Lo obtuve porque sabía de computación (le di un valor agregado a mi profesión).  No me fue fácil.  Pero tampoco perdí la esperanza, las ganas profundas de hacer lo que me gusta hacer.  Nunca renegué por no haber estudiado una carrera distinta aún sabiendo que mi primo médico ya era «rico» antes siquiera de que yo empezará a escribir mi tesis de maestría.

Una vez obtuve el trabajo que tengo, trabaje duro para modificarlo, para, por decirlo de alguna manera, «ascender» al punto de hacer lo que siempre quise hacer: investigar y enseñar astronomía. Recuerdo siempre que mi padre intento en su momento hacerme estudiar ingeniería y no lo logro.  ¡Que suerte tuve yo y que suerte tuvo él que hoy se enorgullece de mi trabajo!

A los padres de familia y aspirantes que quieren estudiar astronomía y que preguntan «¿qué hace un astrónomo al graduarse?» les respondo sin dudar: «si el astrónomo es realmente bueno, hará lo que le de la gana».

(aplica para otras profesiones supuestamente «inútiles»)

El Género de la Ciencia

El 15 de diciembre de 2015 la ONU proclamo el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, un esfuerzo simbólico para de un lado intentar derrumbar las barreras que se levantan alrededor de la ciencia para el acceso de las niñas y en general de las mujeres de todas las edades a la carrera científica (a todos los niveles); y del otro visibilizar el trabajo de miles de talentosas mujeres científicas que de forma mayoritariamente anónima contribuyen con el desarrollo de la ciencia, una actividad que siempre ha tenido «cara de hombre».  Los invito en esta lectura para que llevemos esta reflexión más allá del género específico del científico de turno y sin desconocer la problemática de la representación y oportunidades de otros géneros en la ciencia, nos preguntemos ¿cuál es realmente el género de la ciencia?

«La ciencia no necesita más hombres o más mujeres, más personas trans género o mas homosexuales… la ciencia lo que necesita es ser más femenina #MujeryCiencia»
Febrero 11 de 2017
http://bit.ly/trino-genero-ciencia

Cartel de la celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Crédito: María del Álamo Ortega

Cartel de la celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Crédito: María del Álamo Ortega

¿Sabe usted cuántos gays, lesbianas, trans género, inter género, bisexuales, demisexuales, asexuales, etc. hay en la ciencia?.  Es decir ¿cuál es la representación de los más de 6 géneros reconocidos, además de los clásicos cisgéneros (hombre y mujer), entre estudiantes y profesionales de la ciencia?.

Posiblemente no.

Lo que si puede que tenga muy claro es que la ciencia esta (y sigue estando) dominada desde hace siglos por individuos con bello facial y pene.  «Hombres» que llaman.

No significa esto, sin embargo, que todos ellos pertenezcan al mismo género: hombres heterosexuales o cis sexuales. ¿O sí?.

También es posible que sepa (esta es justamente la invitación de la ONU y de cientos de páginas de Internet y publicaciones que invadieron las redes el día 11 de febrero), que existe una representación muy bajita en esa importante y productiva actividad social humana, de individuos con voces más delgadas y vaginas.  «Mujeres» que llaman.

Como creo todos entenderán de esta cruda introducción, seguir hablando del rol de la mujer en la ciencia, de las oportunidades que tiene y de su contribución anónima al avance de la misma, debería ser por lo menos hoy, en los tiempos en los que esa misma ciencia nos ha permitido entender mejor la distinción entre los caracteres biológicos y las preferencias sexuales, enriquecido con una visión menos binaria de la humanidad.

¿Deberíamos hablar de «mujeres» o de «lo femenino» en la ciencia? ¿del dominio del «hombre» o de «lo masculino»?.

A mi me parece que «femenino» y «masculino» serían términos más adecuados para una discusión sobre la representatividad de los géneros en la ciencia. Considero un poco anticuado contar cuántos penes o cuántas vaginas ocupan la posición de profesores en una Facultad o cuántos ganaron el premio Nobel en la última década.

Para muchos, esta manera de enfocar el problema que han enfrentado por siglos las «mujeres» en la ciencia, puede ser una salida sexista, una estrategia «machista» para desviar la atención del problema y continuar con el monopolio masculino y la discriminación descarada de la «mujer» científica.

Tómenlo como quieran.  Pero todos deberíamos reconocer que hay un tema objetivo aquí: decir «hombre» y «mujer» hoy casi no significa nada concreto.

Si todavía creen que es una estrategia machista mía, pueden dejar de leer este blog.  Si creen que puede haber algo interesante, aunque no compartan todas mis posiciones, intenten continuar leyendo.

Quienes trabajamos en la ciencia (tengamos penes o vaginas – o una mezcla de ambos) debemos reconocer sin avergonzarnos que la ciencia es muy masculina (que no tiene nada que ver con tener un pene): (1) un impulso casi irracional por la exploración de lo desconocido sin consideración de lo práctico, (2) competencia salvaje entre individuos y organizaciones, (3) demostraciones explícitas de habilidades, búsqueda (irracional) de poder o posición, (4) sobre valoración de la eficiencia (más por menos, más en menos), (5) sub valoración de los aspectos sociales o personales, etc.

No sé ustedes, pero para mí estos son los rasgos distintivos del que hacer científico y claramente los rasgos que distinguen en la mayoría de especies de mamíferos modernos, a los machos de las hembras.

Hay que reconocer claramente que muchos de esos rasgos son posiblemente los que han llevado a la ciencia del pasado a ser lo que es hoy en día.  Por ejemplo, no es que tengamos una nave fuera del Sistema Solar (las Voyager) porque seamos muy pragmáticos ¿o sí?.  No trajimos rocas de la Luna o descendimos al fondo de la fosa de las marianas porque nos importe muy poco demostrar nuestras habilidades para hacerlo ¿o sí?.  No hemos descubiertos la inmensa diversidad de las selvas de nuestro planeta porque nos importe pasar tiempo con la familia en lugar de explorar por semanas el bosque ¿o si?

Pero el mundo esta cambiando.  Esos rasgos muy «masculinos» y sus actividades derivadas, que son desde mi perspectiva los que hacen que tanta gente con bello facial sea la que se dedique a la ciencia y que menos individuos en el extremo opuesto del espectro de género lo haga, están empezando a hacerle daño a la actividad científica.

Se han preguntado por ejemplo ¿cuánto tiene que ver lo «masculino» de la ciencia en la crisis actual de reproducibilidad? ¿en la disminución de los estándares éticos? ¿en la proliferación de estudios científicos sin ninguna relevancia y publicados únicamente en pos de elevar índices?

Pero no me mal entiendan: decir que todos estos defectos son culpa de los «hombres» en la ciencia es tan perverso como cualquier otra forma de sexismo.  También hay «mujeres» que fabrican datos y publican artículos tan solo por elevar su índice h.   «Mujeres», sin embargo, que al hacerlo se valen de los rasgos más masculinos de su cerebro.  Al menos eso pienso yo.

No, la ciencia no necesita que haya una representación equitativa de todos los géneros (tal vez ya la hay, pero no es muy evidente).  No necesita igual número de vaginas que de penes (aunque estadísticamente eso implicaría una buena distribución de géneros sin implicar que las vaginas serían solamente mujeres cis sexuales).

Lo que la ciencia necesita hoy es ser más femenina.

Pero ¿qué demonios puede significar eso?.

Ya enumeramos algunos rasgos masculinos (demostración, competencia, exploración, etc.)  ¿Cuáles son los rasgos femeninos que le hacen falta a la ciencia: (1) un mejor sentido de la colaboración en lugar de la competencia, (2) una mayor valoración de lo social y lo personal, (3) un sentido práctico más aguzado, (4) mucha más intuición (pensamiento rápido) frente a una excesiva racionalización (pensamiento lento), (5) una menor sobre valoración de la eficiencia y más reconocimiento de la importancia de los detalles, (6) mayor cuidado y preocupación por la vida, (7) mucha más comunicación y empatía con la inmensa mayoría de los humanos que no son científicos, (8) menos demostraciones personales y más trabajo en equipo.  Y la lista podría continuar.

Naturalmente, una manera de lograr que la ciencia se vuelva más femenina es eliminando justamente las barreras, claramente reconocidas por todos, para que otros géneros diferentes al del hombre cis sexual, alcancen las más altas posiciones en la misma.  Teniendo una mayor representatividad de los géneros más femeninos del espectro, bien sea a través de leyes (por la fuerza) o en un proceso paciente de muchos años, esos rasgos femeninos que vienen con esos individuos podrían transformar la ciencia para bien.

Pero hay maneras relativamente inmediatas de lograrlo.  Una de ellas podría ser la de intervenir ahora mismo el sistema de publicación y financiación de la ciencia, sistemas que están altamente «masculinizados» (aunque también en ellos participen e incluso sean manejados por «mujeres»).

Se imaginan…

¿Qué pasaría si para publicar un paper, los autores debieran demostrar que en el proceso colaboraron, recibieron y entregaron datos a otros de forma transparente?

¿Qué pasaría si eliminamos la lista de autores y dejamos únicamente el nombre de colaboraciones o instituciones?

¿Qué pasaría si le diéramos más valor a formar a nuevos científicos a cuidarlos, a «nutrirlos», que a publicar como «locos» y obligar a publicar a nuestros estudiantes?

¿Qué pasaría si el día de mañana los editores exigieran una declaración en la que se demostrará el valor práctico (presente o futuro) que podría tener cualquier investigación, en cualquier área?

¿Qué pasaría si limitaramos el número de publicaciones de un científico, una institución o un grupo y todas las demostraciones «masculinas» de poder y eficiencia? ¿no habría así una necesidad mayor de colaboración?

¿Qué pasaría si le diéramos un valor similar a publicar un artículo en Nature o un libro de ciencia para niños?

Hacen falta muchas personas (de todos los géneros) y tal vez mucho tiempo para que esto pase.  Pero estoy seguro (soy optimista) que si hiciéramos un esfuerzo por crear una «ciencia» más femenina muchos más hombre y mujeres, gays y lesbianas, inter género y trans género, querrían participar activamente del proyecto científico.

Mientras tanto: ¡que vivan todos los individuos, públicos y anónimos, con pene o con vagina, que tiene la ciencia!

Encuentros cercanos del séptimo tipo

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Esta entrada es sobre una película que tal vez no han visto. Sea que la vayan a leer o no después, por favor ¡vean la película!

Acabo de ver «Arrival» (la Llegada), la nueva película de aliens que ha «invadido» las carteleras del mundo (noviembre de 2016).  Si bien no puedo comparar la sensación que me ha dejado la nueva película con la impresión duradera de los (ahora) clásicos Contacto y 2001: una Odisea del Espacio, si puedo decir que su aproximación al problema del primer contacto con Aliens, me ha dejado de una pieza.  No hay duda de que es cada vez más sofisticada y posiblemente acertada la manera como el cine esta ilustrándonos el que podría ser el evento más importante de los ~400 siglos de historia de la mente humana (si es que algún día tenemos la suerte de que pase).  He aquí algunas impresiones de un fanático de la ciencia ficción y al mismo tiempo de un científico obsesionado (como muchos) por entender o prever cómo serán los «otros».

«Arrival: un paso más adelante hacia la creación de películas inteligentes sobre encuentros extraterrestres ¡imperdible!»
Noviembre 9 de 2014
http://bit.ly/trino-arrival

arrival_rated_payoff_1-sht_6Dice la hipótesis Sapir–Whorf que percibimos el mundo en una forma que depende profundamente de la manera como se organizan nuestro lenguaje.  O en otras palabras, que vemos el mundo como «hablamos».

Esta es la idea en el corazón de «Arrival» (la Llegada) el más reciente film de gran factura, que aborda el «trillado» tema del contacto con una civilización extraterrestre.  Muchas otras películas (y series) lo han hecho en el pasado.  Algunas con seriedad y acierto – Contacto, Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, 2001, Distrito 9 (dentro de lo que se podría esperar de un tema tan incierto como este) y otras son apenas una caricatura antropocéntrica y fantástica del asunto – El día que la Tierra se detuvo, El día de la Independencia, V la Batalla final.

Después de ver un puñado de aproximaciones diferentes al problemas y de reflexionar profesionalmente sobre el tema desde la ciencia, veo en «Arrival» una solución novedosa y sofisticada al que se sabe podría ser el obstáculo más grande que enfrentaremos cuando llegue el momento de encontrarnos con «los otros»: ¿cómo comunicarnos con ellos?

El asunto ha sido minimizado y hasta ridiculizado en otras películas.  Desde extraterrestres que hablan un inglés fluído (El día en el que la Tierra se detuvo, V la batalla final), o lo aprenden sin inconvenientes (ET), hasta otros que producen sonidos guturales extraños (El depredador) pero que usan un software en sus naves no muy difícil de «hackear» (Día de la Independencia).

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Todo esto es aceptable, excepto porque en las películas mencionadas, el problema de la comunicación es casi siempre lo de menos.  Con la única excepción del clásico Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (en donde el lenguaje es otra vez protagonista),  la comunicación con los extraterrestres se supone es resuelta por algún milagro y una vez superado este «pequeño» escollo, que vengan los demás problemas.

En «Arrival» es diferente: el lenguaje es la historia y al mismo tiempo el asunto mismo del intercambio con la civilización extraterrestre.  Podría uno esperar encontrarse algún asunto trillado en todo esto.  Pero la película esta lejos de tratar el tema de forma trivial.

La primera aproximación que tenemos a la «lengua» de los recién llegados es a través de una grabación de audio.  Ninguna sorpresa por supuesto.  Nada comprensible (como se esperaría de los sonidos producidos por cualquier especie distinta a la nuestra), pero en el rango audible (algo en lo que pecan los productores pero que hace de la película una verdadera joya en el tema de edición de audio).  Yo esperaría que organismos que vienen de un planeta diferente produjeran sonidos en rangos de frecuencias posiblemente inaudibles, pero le perdono al director y sus asesores esta falta de creatividad «acústica».

arrival-1024x682Hasta ahí no pasaría de ser una película de aliens más.  La verdadera sorpresa comienza cuando la Doctora Louise Banks (una experta en lingüistica interpretada por Amy Adams) intenta lo impensable: comunicarse con ellos a través del lenguaje escrito.  Pero no con mensaje electrónicos como lo vemos en la mayoría de las películas (que no sabemos como en esas películas logran extraerse de las igualmente incomprensibles comunicaciones digitales de los extraterrestres).  Sino a través del «viejo» método del tablero y el marcador (hubiera preferido la tiza, pero se los perdono también a los realizadores).

Pero si no podemos entenderles ¿cómo esperamos que ellos entiendan lo que escribimos en una tabla?.

No es esa la idea.  Al intentar comunicarnos con ellos a través de la manipulación de la materia (el polvo negro del marcador y la electricidad estática en una lámina de plástico) lo que logra la doctora Banks es un acto de imitación de parte de los extraterrestres: «te escribo para que me escribas».

Los heptápodos (que es el nombre que le dan los científicos a los extraterrestres por sus siete extremidades y lo que da también nombre a esta entrada), responden sin demoras y en la pantalla emerge un lenguaje extraterrestre escrito, completamente nuevo en la historia del cine (o por lo menos completamente nuevo para mi).

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En este lenguaje en el que las palabras, las frases y en general las ideas se expresan completas sobre círculos, no hay símbolos en el sentido humano de la palabra.  Tampoco hay una sucesión tempral de idea.  Solo patrones complejos de manchas formados con una extraña tinta que emerge de las extremidades de los extraterrestres.  Es justamente en esa estructura altamente no trivial de su lenguaje en el que radica el secreto de su conocimiento sobre el Universo.

Científicos de todo el mundo se ponen en la tarea de «romper» este aparentemente indescifrable código escrito, primero para enseñarles algunas reglas de comunicación básicas a los extraterrestres y después para preguntarles sobre el propósito de su visita.

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Con la ayuda de avanzadas técnicas geométricas y topológicas, matemáticos, físicos y lingüistas del mundo lo consiguen finalmente (como lo hacen en todas las películas del género).  Pero con una sola diferencia: en Arrival (como en la vida real) en el primer intento lo hacen mal.  La primera frase que descifran según su sistema de traducción es: «ofrece arma».

Como es obvio este mensaje (o mejor la traducción «amañada» de él) prende las alarmas entre los militares (que como en toda película de extraterrestres son los que mandan la parada en todo momento; la humanidad a la defensiva como siempre).  Por momentos parece que la película se va a convertir en un Día de la independencia más (bueno, pero con los Chinos y los Rusos a bordo), pero los creadores logran dar un giro inesperado a la historia.

El lenguaje que traen consigo les ha permitido a ellos y nos permitirá a nosotros como especie una vez lo asimilemos, percibir el tiempo de una forma diferente.  No como una sucesión de eventos, sino como un todo interconectado.  Ese es su regalo, la herramienta o el «arma» que nos vienen a ofrecer.

Con tan buena suerte que la persona que mejor entiende el código, goza ya de poderes innatos para percibir (así sea de forma vaga o en sueños) eventos futuros.  Este poder le permite a la Doctora Banks detener el inminente desenlace violento de la película y facilitar la transmisión pacífica, a través de ella, del mensaje que trae la civilización extraterrestre antes de que los aniquilemos sin misericordia.

El mensaje es entonces sencillo: nos traen el regalo de un lenguaje nuevo, universal y poderoso, que nos permitirá avanzar de formas impensables en nuestro entendimiento del Universo; todo, siempre y cuando nosotros les ayudemos 3,000 años en el futuro con algo que nunca revelan qué es (imagino que deberíamos esperar la secuela en 300 o 400 años para saberlo).

La película termina sin que se lance un solo rocket, estalle un solo helicoptero militar e incluso de que muera uno solo de los coprotagonistas.  Al contrario termina de forma pacífica justo donde comenzó, tal y como lo hacen las palabras y las frases de la lengua extraterrestre.

Como lo comentaba al principio, quede de una sola pieza al terminar la película.  Confieso que no había sido sorprendido tanto por una historia de ficción inteligente desde que tengo memoria.  Aunque esto parece un poco exagerado, les presento a continuación una lista de razones por las que considero esta como una película de extraterrestres sin parangón en la historia del cine; una joya que definitivamente cualquier fanático o científico que trabaje en el tema debería ver sin demora:

  1. La película pone de relieve que uno de los más grandes obstáculos que enfrentaremos al encontrarnos con otra civilización será entendernos.
  2. Los lenguajes que traerán otras civilizaciones, serán posiblemente como ellos mismos, totalmente inesperados.  No deberíamos esperar los rasgos comunes que vemos en los lenguajes escritos de los pueblos de la Tierra (que comparten todos la misma base biológica: el cerebro humano).
  3. Intercambiar información lingüistica con otras civilizaciones podría ser tan o más importante en nuestro encuentro como intercambiar datos o conocimientos científicos.  Tal vez en sus lenguas este la clave de su comprensión superior del Universo.
  4. Una comprensión superior del espacio-tiempo puede ser la clave para convertirnos en una civilización universal.  Es ese conocimiento el que le daba a los «heptápodos» de la película la capacidad de manipular la gravedad (que no es otra cosa que espacio-tiempo deformado), moverse sin dificultad sobre la Tierra, aparecer y desaparecer sin la vulgar necesidad de desplazarse materialmente en el espacio (la principal barrera que nos separa de otros lugares y tiempos en el Universo).
  5. Conocer el futuro, como lo logra la Doctora Banks, no haría necesariamente imposible vivir la vida.  Tal vez le agregaría un elemento de disfrute que no comprendemos todavía.

Como siempre, no todo es color de rosa.  Abajo enumero algunos asuntos problemáticos con la película cuya solución es inútil esperar, pero que es bueno reconocer:

  • El excesivo protagonismo de los militares que es común a todas las películas del género.  En un encuentro real yo esperaría que fueran autoridades civiles y científicas aquellas que estarían al frente de una situación como esta.
  • ¿Por qué no fueron los heptápodos los primeros en aprender las lenguas humanas y tuvimos nosotros que descifrar su complicada lengua?
  • ¿Cómo se logra descifrar en cuestión posiblemente de semanas una lengua que encierra secretos increíbles sobre el Universo, cuando difícilmente hemos descifrado lenguas de civilizaciones antiguas?
  • ¿Por qué el Físico Ian Donelly no le cree a la Doctora Banks cuando esta le confiesa que su hija va a morir de cáncer? ¿acaso no fue suficiente demostración de su capacidad de conocer el futuro, lograr evitar que los Chinos y Rusos atacaran a las naves extraterrestres? ¿cómo puede alejarse de ellas justamente sabiendo que la niña puede morir?

En fin.  Espero que se vengan muchas otras películas que traten como esta el tema del contacto con civilizaciones extraterrestres con menos lugares comunes e ideas realmente novedosas.

Colombia necesita ir a la Luna

«Colombia no sabe que hacer con 1.5 billones de pesos (~500 millones de dólares) que tiene para ciencia».  Estas son las palabras que pronunció recientemente la directora de la agencia nacional de ciencias del país, Colciencias.  La «sentencia» ha caído como un baldado de agua fría sobre todos los científicos Colombianos, que al contrario de lo señalado en la lapidaria frasecita, vemos como se reducen cada año las posibilidades de financiar lo que hacemos.  ¡Yo sé que podemos hacer con esos 500 milloncitos de dólares! ¡Deberíamos ir a la Luna!; o construir un acelerador de partículas; montar una estación en la antartida; construir un satélite climatológico; o tal vez «simplemente» armar un supercomputador.  Todas estas cosas ambiciosas podrían catapultar a Colombia a la estratosfera del desarrollo científico; no en dos o cinco años (como pretende a veces Colciencias), pero si en 20.  He aquí algunas razones por las que creo que deberíamos empezar a soñar con «metas imposibles» en lugar de seguir viviendo un desarrollo dolorosamente gradual.

» ‘No necesitas ser grande para empezar. Necesitas empezar para ser grande’ (leído por ahí) #ReglasDeLaVida»
Octubre 26 de 2016
http://bit.ly/trino-ser-grande

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Así podría lucir el primer rover lunar Colombiano. La imagen original es del rover chino Yutu (Credit: CNSA / CCTV)

El trino con el que comienza esta entrada resume muy bien la propuesta que quiero desarrollar aquí: para que Colombia haga algo importante en ciencia no puede esperar a ser grande científicamente (desarrollarse gradualmente); al contrario para ser grande lo que necesita la Colombia científica es proponerse las metas más ambiciosas.

Ir a la Luna podría ser una de ellas.

Solo imagínenlo.  Científicos de todo el país (de distintas áreas e instituciones) unidos para lanzar la primera misión interplanetaria Colombiana (un país cuya única experiencia espacial es haber lanzado un satélite del tamaño de una hamburguesa doble que emitió por unas horas beeps radiales intermitentes desde la ionosfera).

Imagine a los científicos encorbatados presentando ante el Congreso de la República la idea.  Argumentando los beneficios que a muy largo plazo tendría un esfuerzo como estos para Colombia.  Mostrando el modo en el que la incipiente industria tecnología del país se catapultaría hasta alcanzar niveles impensables al enfrentarse a retos verdaderamente difíciles, tales como los de construir dispositivos electrónicos para trabajar en las adversas condiciones del espacio.

Imagínese lo inimaginable: el crecimiento de otras industrias antes reservadas solo para los países más ricos y desarrollados tecnológicamente.  La industria electrónica, la de materiales, la de combustibles aeroespaciales, la industria de sensores e imágenes, la industria de software científico, la industria de automatización avanzada, la industria óptica, la industria criogénica, etc.

Imaginen la escena de una bandera del país adherida a la superficie de aluminio de un rover u ondeando con la vibración producida por el movimiento sobre el irregular terreno lunar.  Imaginen las primeras fotografías descargadas por gigantescas antenas de radio instaladas en las silenciosas llanuras del Guaviare o el Vichada y analizadas en una estación de control construída en las afueras de Bogotá.  Imaginen a los astrónomos paisas, a los geólogos costeños, a los heliofísicos bogotanos, recibiendo los primeros datos enviados por los sensores del rover lunar colombiano.  Datos enteramente colombianos.

Soñar no cuesta nada, dirán los más realistas.  Habrá que recordarles a todos, sin embargo, que en 1962, cuando Estados Unidos soñó con enviar un hombre a la Luna, la experiencia que tenía en viajes espaciales tripulados era casi completamente nula.  Esta bien: sabían lanzar cohetes (aunque no muy bien todavía), habían mandado a un piloto en un vuelo suborbital un año antes y el hombre que más sabía del tema estaba entre sus científicos (Werner Von Braun).  Pero este era un reto tecnológico completamente nuevo.  Las dificultades que implicaba eran alucinantes.  El costo incalculable.  Como todos recordaran en 1969 lo lograron.  Hoy son la potencia espacial y científica más grande de la Tierra (y de la historia).

A diferencia de 1969, ir a la Luna hoy no es tan difícil.  Varios países lo han hecho ya, aprendiendo por nosotros las lecciones que le costarían mucho a un país como Colombia aprender (mientras gasta recursos incalculables).  Naturalmente, esos países no estarán dispuestos a compartir con Colombia sus secretos ¿o si?.  Hay que recordar, sin embargo, que vivimos en un mundo diferente al de la década de los 60, un mundo más abierto, un mundo en el que la información circula más libremente.  A eso debería sumarse la «simpatía» que despierta que un país en vías de desarrollo busque metas realmente ambiciosas; un país que lucha contra sus ciudadanos más abyectos por conseguir la paz y mantenerla en el tiempo.  Esta simpatía podría valernos la colaboración de decenas de países y agencias espaciales del mundo.

Pero ¿el costo? ¿podría Colombia asumirlo?.  Aquí entra la cita de la directora de Colciencias: ¿serán suficientes 500 millones de dólares?.  Según datos del gobierno Chino (el último en hacer posar suavemente un vehículo espacial en la Luna) una misión robótica lunar cuesta $140 millones de dólares (que abreviare en lo sucesivo U$140M).  Bueno, sin contar con otros cientos que costaría la infraestructura espacial en Tierra o pagarles a los mismos Chinos, a los Rusos o a los gringos para que nos pongan el vehículo en el espacio (yo no sueño con que tengamos nuestro propio Baikonour o un Cabo Cañaveral en la Guajira… bueno, no todavía).

Yo sé que están pensando: «¡Colombia no va a ir a la Luna!  Este es solo el sueño de un astrónomo colombiano muy optimista».  Pero no pueden negarme que nos alcanzaría la plata y hasta sobraría un poco para otros proyectos menos ambiciosos.  Tampoco pueden dejar de reconocerme que de proponernos ir a la Luna el beneficio científico y tecnológico sería enorme y no solo en áreas como la ciencia aeroespacial (incipiente en nuestro país) ¡lo sería en casi todas las áreas del conocimiento!

aceleradordeparticulas-colombiano

Colombia tiene terrenos y plata suficiente para construir su primer sincrotrón operativo. El de la fotografía es el Diamond Light Ring en el Reino Unido. Crédito: Diamond/UK.

Que tal entonces si en lugar de ir a la Luna construimos un acelerador de partículas, algo así como un LHC criollo.  ¿Se imaginan?

Tomamos una extensa llanura no inundable en Boyacá o Cundinamarca (podría también ser en Córdoba o el Meta); sobre ella construímos una instalación avanzada para acelerar protones y electrones casi hasta la velocidad de la luz, usando un gigantesco tubo de 500 metros de diámetro lleno de magnetos superconductores y tuberías criogénicas.  Todo tal vez a tan solo unos kilómetros de la pista automovilistica de Tocancipa o no muy lejos de algún pueblito pintoresco boyacence o llanero.

Toda la comunidad científica estaría implicada en la construcción del acelerador de partículas, llamado también por los nerds Sincrotrón. Los biólogos nacionales estudiarían con los rayos X producidos por las partículas subatómicas aceleradas en una llanura de Boyacá, las estructuras minúsculas de insectos y aves zancudas propias de nuestro país.  Científicos de materiales harían lo propio con nuevos materiales diseñados para la industria de energía renovables.  Ingenieros de alimentos estudiarían la estructura microscópica de los helados producidos por la industria nacional para producir «paletas de exportación».  Los físicos, felices, perfeccionarían sistemas de refrigeración para los magnetos superconductores, montarían nuevas industrias que ofrecerían servicio de diseño y mantenimiento de los sofisticados equipos del sincrotrón colombiano, estudiarían procesos fundamentales, etc. En síntesis serían los más felices.

Todo sin contar que la construcción movilizaría la industria nacional en un torbellino de intercambio tecnológico sin precedentes con industrias de avanzada de todo el mundo, que otra vez y con el apoyo de sus gobiernos, estarían más que dispuestos a ayudar al «pequeñito» que se asoma al futuro después de un conflicto armado de 50 años.

«¡Pero esto es solo un sueño!», dirán los más escépticos, «algo que solo podría financiar un país desarrollado», murmuraran los realista;  «¡los costos deben ser exorbitantes!» se lamentará la mayoría.   Pero no.  Según datos del gobierno Británico construir un sincrotrón de avanzada podría costar U$300M (menos de $1 billón de pesos o el 0.3% del PIB actual de Colombia).  Pero un sincrotrón adaptado a nuestras necesidades podría no valer más de U$100M, algo que esta perfectamente al alcance del «desperdiciado» (según Colciencias) presupuesto para investigación científica de Colombia.

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Así podría verse el primer supercomputador colombiano. En la imagen se ve en realidad el Leibniz Supercomputer Center en Alemania con 150,000 procesadores, el décimo más rápido del mundo. Crédito: SuperMUC.

Si las anteriores propuestas podrían parecer muy restrictivas y beneficiar a una «pequeña» fracción de la comunidad científica nacional (solo según una más pequeña fracción de esa comunidad que no tendría la creatividad para participar en esos dos proyectos) hay todavía un proyecto al que seguramente casi nadie se opondría.

Construyamos un supercomputador para Colombia.

Solo necesitamos unos U$100M para construirlo, más unos U$7M anuales (U$70M por década) para alimentarlo con electricidad y agua.  En un país lleno de agua, no dudo que nos sobraría para refrigerar a este pequeño monstruo.

Podemos instalarlo en algún lugar entre las montañas de Antioquia, tal vez con una pequeña central hidroeléctrica propia.  Desde allí saldrían largos cables de fibra óptica que recorrerían el país para conectar al «leviatan de silicio» con centros de computo satélites más pequeños ubicados en Medellín, Bogotá, Cali y otras capitales científicas del país.

¿Pero quién podría beneficiarse de un aparatejo de esos?  ¡Pregunta equivocada!.  ¿Quién no? sería más correcto decir.

Teniendo a disposición una capacidad casi ilimitada de computación y almacenamiento, petaflops y petabytes dicen los entendidos, podríamos simular el casi intratable clima del país para predecir sequías e inundaciones. Crear y analizar la más grande base de datos de la biodiversidad del país (una de las mayores del mundo). Diseñar vehículos más seguros apoyándonos para ello de la inteligencia conjunta de miles de computadores.  Pero también crear nuestras propias simulaciones cosmológicas o analizar los datos del LHC, ambos objetivos casi tan importantes para el desarrollo del país como aquellas aplicaciones que creemos más cercanas a nuestras vidas.

¿Y que tal si nos proponemos hacer las tres cosas al mismo tiempo?

Estos 1.5 billones de pesos que los científicos nacionales no hemos podido gastar según Colciencias, representan poco menos del 1% del PIB ANUAL de nuestro país (U$370M).  Si después de obtener cualquiera de los anteriores jugueticos, quisiéramos seguir invirtiendo en ambiciosos proyectos científicos, a los biólogos, físicos, astrónomos, geólogos Colombianos, contrario a lo que piensa Colciencias, nos sobran ideas.

He aquí las que a mí se me ocurren:

  • Un complejo de observatorios astronómicos profesionales de alta montaña.  U$50M.
  • Una estación científica colombiana en la antártida. U$10M
  • Un satélite con carga científica (satélite meteorológico o de observación de la tierra, telescopio espacial). U$50M.
  • Participar de una colaboración científica internacional (ESO, LHC).  $200M.
  • Construir un observatorio ecuatorial de rayos cósmicos.  U$50M.
  • Construir una flotilla de buques de investigación oceanográfica.   U$50M.
  • Instalar un radiotelescopio gigante entre las montañas.  U$180M.

Es claro que también podemos atomizar esos U$500M en 5,000 proyectos (que es lo que hemos hecho hasta ahora).  Pero seguiríamos siendo un país chiquitico, chiquitico, lleno de científicos con un ego gigante, gigante, con una gobierno tacaño, tacaño, que entrega sus limosnas a través de una agencia nacional miope, muy miope.

El álbum de Juno

Después de 55 largos días al fin la sonda Juno pasó por su segundo perijove (el punto más cercano a Júpiter) y el primero con sus instrumentos encendidos y recogiendo valiosos datos sobre el Gigante líquido.  Con el temor de volverme «monotemático» hablando sobre mi nueva sonda favorita en un blog en el que debería hablar acerca de muchas otras cosas, les presento aquí el album de fotografías y datos que esta compilando Juno en su fascinante misión de «redescubrimiento» del planeta gigante.  Mantendré actualizada esta página durante lo que dura la misión.  ¡Manténganse sintonizados!

(Esta entrada corresponde al lanzamiento dentro del sitio de una nueva página con su mismo nombre y que estará siendo actualizada a medida que lleguen los datos.  No han pasado ni 30 minutos del lanzamiento de esta entrada y ya se publicaron nuevas imágenes y videos en la página.  ¡Vaya ya allí!)

 

Aurora austral de Júpiter en infrarrojo tomada por Juno durante su segundo perijove. Crédito: NASA/JPL-Caltech


Agosto 27 de 2016
.  Aurora infrarroja en el polo sur de Júpiter.

En una entrada reciente (¡Juno llegó! ¿ahora qué?) me lamentaba sobre el hecho de que pasarían muchas semanas y hasta meses antes de que nosotros, los impacientes seguidores de la exploración espacial y amantes de los planetas con sex appeal, pudiéramos ver las primeras imágenes y (los más ñoños) los primeros datos de la sonda.

Pues bien, como lo anuncié en esa entrada, el día esperado al fin llegó: el 27 de agosto de 2016 Juno se zambullo nuevamente dentro del profundo «pozo» gravitacional de Júpiter, pero en lugar de hacerlo con los «ojos» cerrados (como lo hizo cuando llegó el 4 de julio) esta vez lo hizo con todos sus «sentidos» en modo «sorpréndeme Júpiter».

Los datos recabados en este, el segundo perijove de casi 40 que tendrá en su periplo alrededor de Júpiter, fueron transmitidos a la Tierra en los días siguientes, pero solo apenas ayer (3 de septiembre y no el 29 de agosto como se los «prometí» en el cronograma de hace unas semanas), fueron revelados por los encargados de la misión (como decimos en Colombia, ¡muchos angurriosos!).

Quiero compilar aquí un album comentado de fotografías y datos (los que pueda, los que más me gusten o simplemente los que nos suelten los patrones de Juno) enviados por la sonda a lo largo de la misión.  A mí siempre me gustaron las fotos familiares que tienen por detrás un comentario personal de los protagonistas, la mamá o el papá.  Quiero hacer algo parecido con estas fotos, aunque yo no tenga ninguna cercanía con la misión (excepto la de ser un «vuoyerista espacial» que trabaja profesionalmente en ciencias planetarias).  Cada foto vendrá acompañada de un dato científico, una reflexión o simplemente un «Wow!».

En esta primera versión del álbum encontrarán las fotografías, videos y datos de lo que va de la misión hasta ahora, incluyendo los revelados en este segundo perijove.  En las semanas y meses por venir espero ir mostrando las que serán seguramente las más espectaculares vistas y datos tomados sobre Júpiter hasta ahora.

A diferencia de un álbum familiar, las fotos en este álbum están ordenadas en sentido cronológico inverso (primero las más recientes).


Septiembre 30 de 2016
.  En esta composición en video se puede apreciar de manera más clara la visión que tenía Juno desde su posición privilegiada en una elongada órbita alrededor de Júpiter.

Aurora austral de Júpiter en infrarrojo tomada por Juno durante su segundo perijove. Crédito: NASA/JPL-Caltech


Agosto 27 de 2016
.  Aurora infrarroja en el polo sur de Júpiter. Nunca nadie había visto este lado del planeta (desde la Tierra es imposible y las sondas que lo habían fotografiado antes no tuvieron la oportunidad). La foto fue tomada horas después del perijove del 27 de agosto.


Agosto 27 de 2016
.  El turbulento polo norte de Júpiter.  Otra vista sin precedentes de la turbulenta atmósfera cerca a los polos del planeta.  En estas regiones no hay grandes bloques de hielo como en la Tierra pero si enormes remolinos turbulentos de Hidrógeno.


Agosto 27 de 2016
.  Si de turbulencias se trata, el polo sur no se queda atrás.  En esta foto a la que se ha superpuesto una retícula de latitud y longitud joviana se ve como la atmósfera cambia «subitamente» a los 55 grados de latitud sur, de una «tranquilas» franjas horizontales a un «despelote» turbulento en latitudes más altas.

Agosto 27 de 2016.  ¿Por qué conformarnos con imágenes si podemos escuchar las auroras polares?.  En este video se muestra el «espectro» (frecuencia, intensidad y tiempo) de las ondas radio kilométricas recibidas por Juno durante su sobrevuelo al planeta. El sonido es el que percibiríamos si pudiéramos «escuchar» estas ondas de radio.  El tono de los sonidos es proporcional a su frecuencia de radio (que originalmente es de miles de Hz), la intensidad también.  El tiempo sin embargo ha sido comprimido cientos de veces en tanto la grabación cubre un rango de unas 12 horas.


Agosto 27 a agosto 28 de 2016
.  Así habríamos visto la aproximación de Juno a su segundo perijove si hubiéramos estado en la nave.  La sonda se aproxima desde «arriba» (el norte) dejándose caer como si se la fuera a tragar el gigante.  Naturalmente sale por el sur demostrando que sobrevivió.  Sobresale la gran mancha roja que no parece moverse de su lugar en las decenas de horas que dura este periplo a pesar de la gran rotación del planeta.  La razón es simple: las imágenes fueron tomadas aproximadamente cada 10 horas, justamente el período de rotación de Júpiter, lo que hace que la mancha vuelva a estar en su lugar para cada «selfie».

 

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